Com um forte respaldo internacional e da sociedade civil, o processo de paz teve um ano de avanços na Colômbia (Foto: EFE/Página/12) |
Referendar os acordos e começar a implementá-los são os grandes desafios
de 2016
A confrontação armada retrocedeu rapidamente graças ao cessar-fogo decretado
pela guerrilha das FARC, depois que os diálogos de paz quase foram rompidos
devido a um massacre de soldados em mãos dos rebeldes na província de Cauca.
Por Katalina
Vásquez Guzmán, de Medellín (Colômbia) – reproduzido do jornal argentino Página/12, edição impressa de hoje, dia
4 (em espanhol, com traduções pontuais)
Colombia recibe el Año Nuevo en
tránsito a la paz. La ONU, Estados Unidos y la comunidad internacional en
general respaldaron las negociaciones del gobierno de Juan Manuel Santos con la
guerrilla de las FARC que tienen lugar en La Habana, Cuba. El papa Francisco – de
gira por América latina – envió múltiples espaldarazos (respaldos) al proceso,
así como lo hicieron a lo largo del año organizaciones de víctimas, movimientos
sociales, defensores de Derechos Humanos y centros de pensamiento colombianos.
Al tiempo, la derecha y élites de Colombia proponen una dura oposición a la paz
y promulgan persecución (perseguição) y estrategias de aniquilamiento físico e
ideológico del otro.
El apoyo al Proceso de Paz se verá en
las urnas al cabo de unos meses, cuando sean los colombianos quienes decidan sí
o no (sim ou não) a lo pactado en La Habana. Refrendar y comenzar la
implementación de los acuerdos finales son dos (2) de los grandes retos (desafios)
de Colombia y sus Diálogos de Paz para 2016. “Al fin estamos ante la
oportunidad de pasar la página, tenemos una ventana (janela) de oportunidad
que, a largo (a longo) plazo, traerá transformaciones sociales, económicas y
políticas que una democracia precisa que se han postergado (que se postergaram),
entre otras razones, por nuestra prolongada guerra”, opina el analista de
Derechos Humanos y Paz Max Yuri Gil, de la Corporación Región.
También la crisis humanitaria en la
frontera con Venezuela, la legalización de la marihuana (maconha) para uso
medicinal y la caída del precio del petróleo provocando inflación y dólar en
alza (em alta), marcaron el año que termina. Además, en 2015 se dijo no más a
las fumigaciones de cultivos de coca con glifosato y se aprobó la adopción de
menores por parte de parejas (casais) gay. Todo ello (Tudo isso) en medio de un
giro en la confrontación armada, en especial en zonas con presencia de las
Fuerzas Armadas Revolucionaria de Colombia (FARC) gracias al cese al fuego (graças
ao cessar-fogo) que decretó esa guerrilla después de que casi fueron rotos (rompidos)
los Diálogos por una masacre de soldados a manos de los rebeldes en la
provincia de Cauca.
La reducción de la violencia durante
los Diálogos de La Habana, se produjo en los períodos de treguas declaradas por
las Farc como gesto de paz. De acuerdo con el Centro de Recursos para el
Análisis del Conflicto (Cerac) “en comparación con el acumulado histórico del
conflicto, el proceso de negociación ha ‘prevenido’, en sus tres años, la
muerte de por lo menos 1.500 personas a causa del conflicto”. De esta cifra, la
mayoría pertenece a combatientes (958 de las FARC y 189 de la Fuerza Pública),
mientras (enquanto) “la población civil también se ha visto particularmente
beneficiada por la reducción de la muertes de no combatientes en por lo menos
415 casos”.
En el primer ciclo de la Mesa de
Conversaciones en 2016 que comienza el próximo 13 de enero, se esperan
importantes anuncios sobre el cese del fuego bilateral, es decir (quer dizer),
que el fin del fuego entre los rebeldes farianos y la Fuerza Pública cesea, y
así que la tregua cumplida por las FARC ya no sea solamente unilateral. También
está por verse qué pasará con la percusión a bandas criminales (bacrim), mafias
y narcotraficantes, y cómo se desmontará por completo el paramilitarismo. De
los seis puntos a tratarse en el Acuerdo General para la Terminación del
Conflicto y la construcción de una paz estable y duradera, todavía (ainda) faltan
dos (2) por cerrarse: fin del conflicto, esto es, dejación de armas (deixar as
armas), regreso a la vida civil y garantías de seguridad; y refrendación e
implementación. Si será por medio de una asamblea constituyente como proponen
las FARC y algunos colectivos sociales, o (ou) bien en un plebiscito como
impulsa desde ya el gobierno nacional, se definirá al comienzo de este año si
es que el Congreso aprueba el proyecto de plebiscito ya en curso y aceptado en
primeras instancias.
En el diálogo que sostuvo con
Página/12, el sociólogo Max Yuri Gil dijo que “mucha gente habla de su temor a
que las Farc incumpla (não cumpra) su parte; otros tenemos más miedo de que el
establecimiento no cumpla; y además no hay consenso nacional sobre la necesidad
de apostarle a la salida negociada de nuestro conflicto, en especial en las
élites. Entonces, lo que pasará con la refrendación de los acuerdos no está muy
claro, pero sí que con la implementación de los mismos acuerdos podremos
cerrar, al menos, el período contrainsurgente”.
2016 es pues un año crucial para que la
guerrilla más antigua de América latina abandone las armas y continúe su lucha
en la democracia; también para la posible desmovilización de la segunda
guerrilla colombiana, el Ejército de Liberación Nacional (ELN), con lo que
quedaría sin ejércitos rebeldes alzados en armas este país donde más de 6
millones de personas han sido desplazadas (foram deslocadas, expulsas de suas
regiões, foragidas em outros países) y 220 mil asesinadas en cinco décadas de
confrontación.
Las negociaciones no son prenda de
garantía de que disminuya la violencia del conflicto, pues subsiste la amenaza
de la violencia, hasta en tanto no haya un cierre definitivo y garantías de no
repetición que sólo traerá una política de seguridad efectiva, según aprecia el
Cerac. “Nadie garantiza (Ninguém garante) que se cumplan los acuerdos, sino hay
un sujeto político fuerte, una sociedad informada, consciente y participativa,
y renovadas políticas de guerra”, señala Gil.
Un año de inflexión para la historia de
violencias y conflicto armado, pero también con tinta en las páginas de la
verdad, la memoria y la reparación, acaba de comenzar en un país agitado por
las dinámicas de mercado que obligan a explotar los recursos naturales, cuyas
mayores reservas están en control territorial de las guerrillas y otros grupos
al margen de la ley.
Si, como lo anunciaron Santos y alias (codinome
do chefe das Farc) Timochenko en marzo, están listos (prontos) los acuerdos
finales, lo que viene es un gran reto (desafio) para la democracia en Colombia
que reta (desafia) no solo a las instituciones y el gobierno mismo que
emprendió la salida negociada al conflicto, si no a los ciudadanos en todo el
territorio nacional. Asimismo, a la cooperación internacional y el
intervencionismo de potencias como Estados Unidos que tiene siete bases
militares en este país, puerta de entrada de América del Sur, y que apoya al
gobierno y la Fuerza Pública desde hace más de treinta años con la excusa de la
lucha anticomunista y antidrogas. La relación del Estado, la empresa privada y
el mismo Estados Unidos con el paramilitarismo, es otro tema por desmantelarse
y superar para la consecución de la anhelada (desejada) paz en Colombia. Para
empezar (começar), los beneficios en materia de justicia pactados en La Habana
también aplicarán para agentes del Estado que decidan acudir al Tribunal
Especial para la paz y aportar a la verdad.
La puesta en marcha de la Comisión de
la Verdad, la continuidad del desminado (desarmar minas) humanitario, la
búsqueda de desaparecidos y el plan integral que piden las víctimas de la fosa
común más grande del país denominada La Escombrera – en Medellín – también son
asuntos de filo para sembrar (são assuntos importantes para plantar) las bases
de la “paz estable y duradera” que se persigue con los negociaciones de paz.
Que las víctimas sean reparadas, dignificadas y conozcan (e conheçam) la verdad
sobre lo sucedido está en el centro del proceso, y es el imperativo ético que
exigen opositores y defensores de los Diálogos. El escepticismo (ceticismo) de
la razón y la esperanza del corazón, como cita Max Yuri Gil a este diario,
guían en muchos el camino de un nuevo capítulo en la historia de Colombia.
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