Mauricio Macri (Foto: Internet) |
Hoje, o governo da direita “moderna
e exitosa” faz água. As pesquisas de opinião mostram que mais de 80% da população
está em desacordo total com recorrer ao FMI, enquanto a imagem e credibilidade
de Mauricio Macri - e seus principais empresários/ministros - caem mês a mês.
Por Aram Aharonian (*) – do portal Nodal – Notícias
da América Latina e Caribe, de 01/06/2018 (em espanhol, com tradução de algumas
palavras)
La idea
la expresó Aristóteles, el polímata (filósofo, lógico y científico) de la
Antigua Grecia; la desarrolló el prusiano Immanuel Kant, pero la hizo
popular el argentino Juan Domingo Perón: “La única verdad es la realidad”, y
eso que ninguno de ellos vivió en esta época de la posverdad y las fake
news o mentiras permanentes.
Desde hace
dos años y medio, tras el triunfo electoral (por demás ajustado – resultado
apertado) del neoliberal Mauricio Macri en Argentina, comenzó a difundirse un
discurso mediático sobre una derecha moderna y exitosa, en contraposición a las
derrotas del progresismo en este país y otros de Latinoamérica.
Fue el
lema para el mercadeo y posterior venta de un relato para hacer creer que el
cipayismo y la entrega tenía tintes modernos, con gente joven, exitosa en sus
negocios, bien trajeada y en general fotogénica, que se abstenía de tener ideas
propias, acostumbrada a comprarlas hechas en el supermercado del capitalismo
trasnacional.
Pero
Macri quemó en 30 meses buena parte de su capital político y hoy se abstiene de
hablar de su reelección, mientras sus socios en la coalición Cambiemos buscan
una/un candidata/o potable que pueda seguir su camino… si es que todavía queda
camino.
El relato
gustó a conservadores y neoliberales, pero también a muchos socialdemócratas
europeos y los culturalmente colonizados (algunos también bien financiados)
vernáculos.
José
Natanson, director editorial de la versión argentina de Le Monde
diplomatique, publicó un libro sobre el surgimiento y consolidación de esa
“derecha moderna y exitosa” en Argentina como corolario de la desaparición lenta
de un kirchnerismo que buscaba similitudes del macrismo con la dictadura
militar.
Sostiene
que ese ascenso refleja modificaciones profundas en la sociedad y sus
tendencias. Autodefinido como intelectual progresista, habla de su
“admiración a la terrible eficacia del gobierno macrista”.
Lamentablemente
para Natanson y para la venta de su libro - señala por su parte Antonio Muniz,
directivo del peronista Instituto Independencia -, una vez más la realidad
apareció con toda su fuerza. El relato neoliberal mostró su fragilidad para
entender lo que pasaba y el promocionado como mejor equipo de los últimos 50
años mostró una notoria ineficiencia e ineficacia en la gestión de gobierno (no
en la de enriquecimiento).
Hoy en
día nadie duda que el mercadeo político es una herramienta útil - en campaña
electoral y en la gestión -, pero apostar solo a él y al relato edulcorado
lleno de buenas intenciones - con guión del asesor ecuatoriano Durán Barbas -,
a la posverdad, la mentira repetida miles de veces y el ocultamiento y negación
de hechos como articuladores de la realidad, es suicida. La realidad puede ser
ocultada, pero no reemplazada por el relato.
Obviamente,
las técnicas que le permitieron ganar dos elecciones consecutivas
(la presidencial y la parlamentaria) no alcanzan para gobernar porque, en
definitiva significa una subestimación de la sociedad y una negación de la
realidad.
Suicidándose
con el propio relato
Durán
Barba sostiene que el votante promedio argentino “es un chico de 9 años, que
tiene un pensamiento mágico, que solo entiende frases cortas, vacías, de buenas
intenciones y deseos”, alguien que no logró desarrollar el pensamiento
abstracto.
La
realidad - la grave crisis, los salarios de hambre, la quita a los jubilados,
los ataques a la educación libre, gratuita y laica, el desempleo, la inflación,
los tarifazos, la pobreza, la corrida bancaria, el endeudamiento continuo, el
stand-by con el Fondo Monetario Internacional, entre muchos etcéteras - mostró
que ya el manual duranbárbico y el control de los medios hegemónicos de
comunicación, no le servían para enfrentar la crítica realidad.
¿Habrán
aprendido que la política tiene primacía sobre las tramposas técnicas de
mercado y manipulación mediática? La respuesta a la crisis no es
comunicacional, sino económica y política, y esa tozudez por imponer
imaginarios colectivos que chocan con la realidad cotidiana, solo muestran la
incapacidad, debilidad, impericia, soberbia del gobierno.
El relato
macrista intentó romper la historia reciente del país, pero aún los argentinos
recuerdan la crisis de los 90 y, más recientemente, el estallido social del
2001, con el grito de “que se vayan todos”, aunque el que se fue (en
helicóptero) fue el incapaz presidente Fernando de la Rúa. Hoy, el retorno a
las condicionalidades del FMI trae recuerdos lacerantes a una sociedad que
nuevamente tomó las calles pata hacerse oir.
El
macrismo cree que vivimos en una época en la cual la política se ha escindido
de la vida cotidiana para recluirse en el campo de la gestión. Los individuos
se han desapegado de sus tradiciones, donde ya no se guían por estructuras
organizativas clásicas, son flexibles, están desterritorializados y deambulan
entre la virtualidad y la realidad, señala Nahuel Sosa.
Sus
discursos son monocordes, pero ese es uno de los valores que esta derecha
promueve, junto a palabras “clave” como esfuerzo, oportunidades, emprendedores,
y frases como queremos vivir en paz, vivir cerca de un lugar verde o sentirnos
cuidados y admirar a las fuerzas de seguridad. Un concepto básico es del
individualismo: los sujetos colectivos no son los actores principales sino los
que obstaculizan el cambio cultural.
El relato
oficial degrada institucionalmente la democracia con la criminalización del
quehacer político y del conflicto social, acompañado por un neoliberalismo
judicial dispuesto a quitar obstáculos del camino. Esta derecha trata de
instalar el imaginario de que lo que se obtuvo en el pasado reciente fue
producto de esfuerzos individuales y no de políticas de un Estado presente, y
que lo único que importa es tener mejores niveles de consumo, aun cuando no se
les garantizan las condiciones mínimas de vida.
Hoy, el
gobierno de la derecha moderna y exitosa hace agua. Las encuestas de opinión
muestran que más del 80% de la población está en desacuerdo total con recurrir
al FMI, mientras la imagen y credibilidad de Mauricio Macri - y sus principales
empresarios-ministros - cae mes a mes.
El
gobierno de la derecha moderna y exitosa se está suicidando con su propio
relato. Hizo creer (a esta altura nadie sabe si ellos mismos lo creyeron) que
si liberaba las fuerzas del mercado, bajaba impuestos a los sectores más ricos,
al agro, la minería y a los sectores más concentrados, si bajaba salarios,
jubilaciones y el gasto público, iba a producirse una lluvia de inversiones y
poco a poco se asomarían los “brotes verdes”.
Pero no.
Quizá la soberbia (o ineptitud, elija usted) de los principales cuadros del
macrismo no les dejó percibir que el mundo había e iba cambiando, que ya no era
el de la tan mentada globalización. Y alcanzó con que el gobierno de Estados
Unidos subiera la tasa de interés, para que desaparecieran como por arte de
magia los flujos de capitales hacia los países emergentes. Quizá no se
apercibieron que Argentina es un país emergente.
Los grupos
financieros amigos - bien dateados, que fugaron en los dos años y medio del
gobierno de Macri 50 mil millones de dólares - iniciaron la corrida contra el
peso y fugaron millones de dólares. El JP Morgan y el Deutsche Bank (en ambos
fue ejecutivo el ministro de Finanzas Luis Caputo) dieron el primer paso, y se
sumaron otros bancos y fondos buitres.
Ahora el
gobierno se enteró de que el acuerdo con el FMI exige disminuir el déficit
fiscal, y eso se hace vía ajuste pero también cobrando impuestos a los sectores
que puedan pagarlo, entre ellos el sojero, que se abstuvio de vender la cosecha
esperando la devaluación inminente.
La
economía está al borde del estallido, con altas tasas de interés en pesos y en
dólares, endeudamiento, ajuste, inflación con recesión, estanflación, que hacen
inviable la producción no solo para los pequeños y medianos empresarios sino
también para los grandes.
La queja
generalizada es por la parálisis productiva, por la caída de las ventas, la
falta de financiamiento, el corte en la cadena de pagos con tasas entre el 40 y
el 70% anual, y no sería nada raro (estranho) que sigan quiebras en cadena,
cierres, pérdida de puestos de trabajo, desempleo masivo y alza en los índices
de pobreza e indigencia.
Ruidos en
el idilio con los medios hegemónicos
La crisis
también amenaza con romper el idilio entre el gobierno y los medios
hegemónicos, que buscan sacar aún más ventajas de un gobierno herido. Y el
temor es que se rompa el blindaje mediático – eficiente hasta hace poco en la
construcción del relato macrista - mantenido hasta ahora con el trasiego de
fondos del Estado. Los medios vuelven a mostrar poder omnímodo ante la
debilidad del macrismo.
Los
otrora difusores cromáticos del macrismo empiezan a saltar el cerco, inquietos
por la legitimidad futura de imagen y voz. Divisan un potencial naufragio con
factura económica y social — a corto y/o
a mediano plazo — y se niegan a verse como garantes solidarios, a pesar
de la evidente responsabilidad colectiva en otorgarle protección, viabilidad,
comodidad discursiva, modosidad y aire empático y confortable desde diciembre
de 2015, señala Jorge Elbaum.
Mirtha
Legrand, exactriz y ahora anfitriona de almuerzos y cenas televisivas, se
siente “traicionada”. Afirmó el 12 de mayo: “Hagan algo… Marcos Peña (jefe de
gabiente)… Que habla y dice que está todo bien, mentira, no está todo bien,
mentira. Digan la verdad”. Mirta les recrimina el capital simbólico invertido
para dotar al macrismo de una legitimidad utilizada durante dos años y medio.
Otro
ejemplo es Marcelo Longobardi. El 25 de mayo editorializó desde radio Mitre — del
grupo oligopólico Clarín —, y señaló el “deterioro político del gobierno” y del
“cuadro de situación económico complicado” y lo resposabilizó por su mala
praxis.
El
camaleónico sicario periodístico Jorge Lanata señaló en su programa radial el
24 de mayo que “No hay que subestimar al público: está harto de que los medios
le mientan”. El acólito neoliberal Alfredo Lewkowicz, conocido como Alfredo
Leuco, caracterizó al gobierno como “un grupo de burócratas que no acertó nunca
con las soluciones económicas y que encima les importa un carajo lo que pasa
con la democracia y los sectores más vulnerables de la Argentina”.
Estos
fuegos de artificio (basados en arrebatos superfluos) intentan, sigilosamente,
salvar algo del incendio. En la fuga se pretende aniquilar la política,
caracterizando a la crisis actual como la expresión de errores personalizables
e individualizables. Elbaum indica que se busca así eludir la confrontación de
los guiones (roteiros) que esos individuos y malos actores interpretan,
haciendo referencia omisa al proyecto que han actuado y expresan.
La
disparada de quienes “abandonan el barco” viene con trampa: deslizan críticas a
unos gobernantes puntuales y no a las causas que permitieron el abismo que ya
se ve en el horizonte.
El rey
quedó desnudo
En un
modelo neoliberal no hay amigos ni aliados permanentes, sino socios. Solo los
negocios pueden aspirar a ser duraderos. El rey quedó desnudo y no
hay relato edulcorado que pueda disimular siquiera la crisis. Quizá con
mercadeo y manipulación mediática se pueda construir un candidato, pero no un
gobernante ni un estadista.
Trabajadores,
jubilados (aposentados), mujeres, jóvenes, estudiantes, científicos, niños,
madres, docentes, desocupados, farmacéuticos, emprendedores, extranjeros,
pequeños empresarios, productores rurales, comerciantes, médicos, comienzan a
manifestar su disidencia en las calles, el mal humor social crece y decae
vertiginosamente la imagen del gobierno y del presidente.
Macri
apela ahora a videos. En uno de los últimos atacó el proyecto parlamentarios
para frenar los tarifazos de los servicios públicos, y mientras daba consejos
caseros de cómo ahorrar (economizar, poupar) energía atacó a la expresidenta y
pedir a los senadores que “no se dejen conducir por las locuras de Cristina
Fernández de Kirchner”, volviéndola a los primeros planos. “Tratar de loca a
una mujer, es típico de machirulo” (parece que é a mistura de machista e
cafetão), le respondió la ahora senadora.
El pueblo
vuelve a las calles, como en 1946 con Perón, en 1968 con el Cordobazo, en el
2001 con el “que se vayan todos”. El gobierno teme el estallido (explosão) y su
única respuesta es usar la violencia policial para reprimir, el aparato
judicial para criminalizar la protesta social y avanzar sobre las libertades
individuales y los derechos constitucionales para mantener el modelo hasta sus
últimas consecuencias.
Volviendo
a Aristóteles, Kant y Perón, la única verdad es la realidad, No el relato.
(*) Periodista
y comunicólogo uruguayo. Mágister en Integración. Fundador de Telesur. Preside
la Fundación para la Integración Latinoamericana (FILA) y dirige el Centro
Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)
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