Mauricio Macri (Foto: Página/12) |
Tenta-se instalar o conceito duma democracia
asséptica, que supostamente prescinde da política e propõe uma sociedade sem
conflitos, em paz e alegria.
Por Washington Uranga – no jornal argentino
Página/12, edição impressa de
22/01/2016 (em espanhol)
Ni los
propios imaginaban tanta agresividad en los primeros días de gobierno de
Cambiemos. Y la palabra cabe para describir la actitud de los actuales
gobernantes que, superando lo que ellos mismos le endilgaron en su momento al
gobierno de Cristina Fernández, decidieron ahora “ir por todo” con un plus: “en
el menor tiempo”. La síntesis sería “ir por todo y en el menor tiempo posible”.
Hay varias explicaciones que no agotan la lista.
Una puede ser aprovechar la “luna de miel” que genera la benevolencia ciudadana
ante cualquier gobierno que se inicia. Otra sería usufructuar el receso del
Congreso al que no se convoca a sesiones extraordinarias aunque los motivos
sobren. Con senadores y diputados sentados en sus bancas y con la composición
actual del Poder Legislativo, el Congreso se convierte inevitablemente en una
caja de resonancia política que puede incluso taladrar el blindaje que el
sistema de medios le brinda como protección al oficialismo. El desconcierto
opositor, que se prolonga más de lo deseado, puede sumar a la hora de buscar
explicaciones. El Frente para la Victoria sigue todavía sumido en sus debates
internos y sin encontrar aún un lugar claro en el nuevo escenario. La izquierda
poco y nada aporta al debate, más allá de reafirmaciones de principios
desprovistos de política en la mayoría de los casos.
La estrategia del gobierno macrista es estar
permanentemente a la ofensiva, de manera agresiva y forzando cada día más el
límite de la legalidad. Y hablamos de la legalidad porque la legitimidad ha
sido reiteradamente violada. Ejemplos sobran. El caso más paradigmático es la
detención de Milagro Sala aunque el Presidente –que da conferencias de prensa,
pero suele no contestar lo que se le pregunta– se moleste cuando algún
periodista lo consulta por la condición de presa política de la dirigente
jujeña. De todos modos la lista es larga: los decretos de necesidad y urgencia,
los despidos injustificados, la represión de la protesta social, la persecución
ideológica a quienes piensan diferente, etc. etc.
Aunque todo es grave, uno de los temas más
preocupantes es la campaña de desprestigio montada desde el oficialismo contra
las voces opositoras, el silenciamiento de quienes piensan distinto y la
pretensión de imponer un relato que atribuye todo los errores a “la herencia”
dejada por el gobierno anterior. Simultáneamente se intenta instalar el concepto
de una democracia aséptica, que supuestamente prescinde de la política y
propone una sociedad sin conflictos, en paz y alegría. Mientras tanto, quienes
esto predican dejan sin su fuente de trabajo a miles trabajadores y los
estigmatizan con adjetivos tales como “vagos”, “grasa” y “militantes”. Los
mismos exageran la realidad del narcotráfico en la Argentina para justificar el
avance de las medidas represivas y los gastos en seguridad. Se ejecutan
recortes en la inversión pública destinada a programas sociales, mientras se
asegura que vamos en camino hacia la “pobreza cero”. Y se predica que el
sometimiento a las exigencias del FMI y el acuerdo con los fondos buitres serán
garantía de una exitosa inclusión de Argentina en el mundo. Seguramente se
necesitará... más que magia.
Hay que admitir, no obstante, que esta fábula no es
apenas del Gobierno. Aunque ya algunos comienzan a “desertar”, la inmensa
mayoría de los votantes de Cambiemos acuerda con esta mirada que suma también
otros apoyos explícitos desde el massismo y, más discretos y hasta
vergonzantes, desde otras fuerzas.
Este es el escenario.
Entre los varios dilemas que se le presentan al FpV
–seguramente el más grave y urgente es la recomposición de sus estructuras
orgánicas y de funcionamiento político– se cuentan al menos dos cuestiones de
relevancia.
Una de ellas es la estigmatización hábilmente
construida por Cambiemos y reforzada todos los días por la cadena de medios
oficialistas. Algunos capítulos de este rubro: a) la militancia política es
incompatible con la gestión pública que es una tarea exclusivamente técnica; b)
el FpV y sus dirigentes desarrollaron en el gobierno una gestión corrupta y
autoritaria, sin casi ningún mérito que se pueda reconocer; c) todo lo que se
argumente por parte de los políticos del FpV tiene por único objetivo encubrir
los errores cuando no los delitos cometidos en el ejercicio de la gestión; d)
los dirigentes del FpV no tienen pensamiento ni ideas propias y dependen pura y
exclusivamente de las órdenes que reciban de Cristiana Fernández quien, por
otra parte, es la encarnación de todos los males.
También respecto de este tema y al menos por el
momento, el oficialismo gobernante sincroniza su discurso con gran parte de la
ciudadanía. Muchos dirigentes peronistas se devanan hoy los sesos tratando de
encontrar estrategias que les permitan salir de esta trampa en la que se
sienten encerrados.
La otra preocupación también presente en un amplio
sector de la oposición –aunque no sean los únicos temas– tiene que ver con la
necesaria construcción de una agenda política propia. Es decir, con una hoja de
ruta política que sin descuidar la coyuntura, no se limite apenas a reaccionar
frente a las provocaciones y desafíos del Gobierno sino que trascienda lo
inmediato para instalar cuestiones de mediano y largo plazo intentando
reconstruir las bases de un proyecto político con aspiraciones a retomar la
conducción de los destinos del país. Esto es imprescindible para salir del
letargo actual y pasar la ofensiva. Incluso para cambiar la configuración del
escenario y comenzar a demandarle al gobierno de Macri respuestas sobre temas
que prefiere olvidar.
Esto, dicen algunos, sería volver a retomar la
vocación de poder del peronismo. Para ello, sostienen las mismas voces, será
necesario recuperar la práctica de recorrer el territorio y escuchar a las
personas, sus necesidades y sus intereses. A todos y a todas y no solo a los
propios. Es el insumo imprescindible para construir una agenda política que se
proyecte programáticamente a partir de los anhelos y los deseos de la
ciudadanía, tomando como base lo hecho pero siempre aspirando a más. De lo
contrario, afirman estos interlocutores, será imposible volver a ser una
alternativa con posibilidades reales de gobernar la Argentina.
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