(Foto: Nodal) |
O ponto de bifurcação da região está na volta da
esquina: ou uma América Latina balcanizada pilotada a partir de fora pela
hegemonia neoliberal, ou pelo contrário, um bloco mais integrado ainda que isso
não queira dizer que seja monolítico.
Por Alfredo Serrano Mancilla (*) –
reproduzido do portal Nodal – Notícias da
América Latina e Caribe, de 28/01/2016 (em espanhol)
La IV
Cumbre CELAC transcurre en la mitad del mundo (Quito, Ecuador) con el trasfondo
de una América Latina en plena disputa. Los procesos posneoliberales afrontan
seguramente sus momentos más complicados de los que se sucedieron a lo largo de
este cambio de época. Las tensiones son cada vez más acuciantes. Son tensiones
propias de las múltiples contradicciones surgidas al calor de la propia
dinámica de un vertiginoso proceso de cambio. Hace algunos años, en el 2009, el
vicepresidente boliviano Álvaro García Linera ya alertaba precisamente sobre
esta disputa para el caso boliviano, en su libro Las tensiones creativas de la
revolución. Esta advertencia es hoy absolutamente extrapolable y de vital
importancia para todo lo que acontece en la región.
En este
punto, además, es fundamental diferenciar entre tensiones fundamentales y
tensiones secundarias. Las primeras son aquellas tiranteces existentes entre
los bloques antagónicos de poder. El metabolismo del capital no se extingue ni
desaparece con tanta facilidad como a veces se cree. Son múltiples las formas
que tiene el neoliberalismo para continuar participando y siendo protagónico en
la economía a pesar de que la política desee tomar un rumbo diferente para
esta. A esto Mészáros, en su libro Más allá del Capital, le llama “el sistema
del capital poscapitalista”. El capitalismo no se va de casa tan fácilmente
aunque le indiques la salida. Se queda, se reinventa y se reacomoda. El
rentismo importador es una demostración fehaciente de cómo el capitalismo responde
para satisfacer la creciente demanda interna. El sector privado se injerta en
el nuevo orden económico disputando buena parte de la renta (recuperada
soberanamente) con una actividad económica importadora, ociosa y especulativa,
improductiva, que ha usado excesivas divisas que se fueron fugando sin ningún
retorno para el desarrollo interno. Así se generan círculos viciosos de la
renta, que originan nuevas dificultades adentro de cada proceso. Véase el caso
venezolano, o el ecuatoriano.
En
relación a las segundas, las tensiones secundarias, son aquellas producidas al
interior del propio bloque nacional-popular, esto es, emanadas en el seno del
propio pueblo, como así las llamaba el Presidente chino Mao Tse Tung. La
realidad de hoy apenas tiene que ver (afortunadamente) con aquella heredada del
neoliberalismo a finales de siglo XX. Se ha producido un sinfín de mejoras
sociales, de mejoras en los niveles de consumo, y de alteraciones en la
composición socioeconómica. Ha emergido un nuevo sentido común, aún en
movimiento. El nuevo imaginario de la mayoría social va mucho más allá de la
demanda de derechos básicos que se hiciera en décadas pasadas. Hay una nueva
subjetividad en construcción que ha de ser analizada como tal. Esa categoría
llamada pueblo no puede ser jamás concebida como una fotografía estática. La
gente común de esta época piensa, se ilusiona y actualiza sus demandas. Y la
nueva derecha está muy atenta a ello. Véase el caso argentino.
Esta
América Latina en disputa también se caracteriza porque hay otro mundo afuera,
que se mueve y transita geopolíticamente a gran velocidad. El actual orden
geoeconómico nada tiene que ver con el de hace unos años. Aparecen nuevos
bloques emergentes. Se han diversificado las relaciones económicas a favor de
los BRICS (fundamentalmente, con China). Sin embargo, el retorno de las
carabelas es constante. Estados Unidos y la Unión Europea continúan firmando
acuerdos de libre comercio con el bloque pacífico. Mercosur está además en
plena disputa puertas adentro. La contracción del comercio mundial sirve como
excusa para que los grandes empresarios brasileños y argentinos quieran acceder
al mercado europeo. En ese mismo sentido, tampoco puede descuidarse el papel de
las translatinas en este nuevo forcejeo a la hora de definir cuál será el mapa
económico para los próximos años.
Por otro
lado, frente a ello, el ALBA no logra dar el salto verdadero para disputar el
ámbito económico. La integración política exige de mayor relacionamiento
económico para superar la actual restricción externa. Si esto no se produce,
entonces, este bloque bolivariano está condenado a ser marginalizado ahora que
la Alianza del Pacífico acelera su proceso de inserción dependiente con los
centros de poder económico a escala mundial.
En este
escenario en disputa, la CELAC, como sustituto político de la OEA, también debe
dar un paso adelante. Lo económico a día de hoy es demasiado importante
políticamente como para darle la espalda. Hay demasiada tarea por hacer en este
sentido: creación de una agencia latinoamericana de calificación de riesgo (de
la deuda), implementación de nuevos mecanismos económicos de defensa frente a
ataques de los fondos buitre, puesta en funcionamiento de un sistema de
intercambios comerciales sin pasar por el dólar ahora que esta divisa escasea,
diseño de un plan conjunto de inversión CELAC a nivel regional en sectores
estratégicos, confección de un nuevo mapa de pequeños y medianos empresarios
como nuevos proveedores latinoamericanos, planificación de encadenamientos
productivos para crear el mayor valor agregado posible en América Latina.
Son
muchos los retos y desafíos económicos y políticos para evitar que América
Latina sea desgajada a pedazos como así lo pretenden desde afuera. La disputa
está servida. El punto de bifurcación de la región está a la vuelta de la
esquina: o una América Latina balcanizada pilotada desde afuera por la
hegemonía neoliberal, o por el contrario, un bloque más integrado aunque eso no
quiera decir que sea monolítico.
(*) Alfredo Serrano Mancilla - director
del Centro Estrategico Latinoamericano de Geopolítica (CELAG), doctor en
Economía.
(do Celag)
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