(Foto: Daniel Molineros/El Telégrafo) |
Entrevista
com Maurice Lemoine, escritor e jornalista francês, ex-chefe de Redação do Le
Monde Diplomatique: ele investigou as estratégias golpistas em vários países e
como os meios de comunicação de direita influenciam a opinião pública para
legitimá-las.
Do jornal equatoriano El Telégrafo (empresa pública do
governo federal), edição online de 03/11/2015 (em espanhol)
Usted ha
investigado los golpes de Estado en América Latina y considera que hay algunas
similitudes con lo que hoy ocurre en los países con gobiernos progresistas.
¿Cuarenta años después cuáles son esas coincidencias?
Estuve
presente en Caracas el 11 de abril de 2002 cuando hubo el golpe de Estado
contra el Presidente Hugo Chávez, en puntos clave como el puente Llaguno y fui
el primero en explicar lo que pasó realmente con fotografías. También estuve en
Bolivia en 2008 cuando hubo el intento de desestabilizar al gobierno de Evo
Morales y conozco bien el caso de Honduras con Manuel Zelaya, así como el caso
de Ecuador. Por eso quise escribir un libro sobre los “golpes light” (Los hijos
ocultos del general Pinochet, 2015), pero pensé que para explicar las
diferencias con los golpes de los años 60 y 70 debía estudiarlos y eso me
permitió hallar diferencias en la manera de proceder así como las similitudes.
Si analizamos lo que está pasando en Venezuela, la desestabilización económica
tiene exactamente el mismo patrón de lo que ocurrió en Chile en 1972.
¿Desprestigiar
la imagen del Gobierno es parte del proceso?
Sí,
empiezan por desprestigiar la imagen y luego crean la zozobra económica. Lo
vimos el año pasado cuando de repente los medios de comunicación difundieron en
el mundo entero que ya no había papel higiénico en Venezuela. Uno se pregunta
cómo de un día para otro no hay papel higiénico, pero es una campaña que da
risa a todo el mundo y refleja un caos total. En 1972 tampoco había papel
higiénico en Chile por las mismas razones y lo que ocurre es muy sencillo,
buscan fastidiar a la gente. Hoy en día en Venezuela se necesitan 4 horas para
hacer las compras porque en los supermercados ya no hay arroz, no hay harina...
y hay que buscar por todos lados porque los empresarios ya no ponen los
productos en las perchas sino que las pasan a pequeños vendedores en las calles
que los ofrecen a precios 3 o 4 veces superiores, así se crea desabastecimiento
y el cansancio de la población, además de la inflación. Con eso consigues que
en las próximas elecciones la gente diga: “si seguimos botando por Nicolás
Maduro esta situación va a seguir”, entonces debilitas al Gobierno. El mismo
sabotaje se aplicó en Chile en 1973 cuando organizaron la huelga de los
camioneros, que en un país de 4.000 km de largo fue terrible. Hallar patrones
comunes a 30 y 40 años de distancia permite pensar que no es casualidad sino
técnicas ya conocidas por quienes las emplean y permite afirmar que son golpes
de Estado. La única diferencia es que ya no es militar como ocurrió con
Pinochet sino que hoy son más prudentes y astutos. En Honduras 2009 un comando
militar sacó a Zelaya de su casa, lo expulsaron a Costa Rica y devolvieron el
poder a los civiles; en Venezuela 2002 un grupo de militares secuestró a
Chávez, lo trasladó a la isla de la Orchila y devolvieron el poder a los
civiles.
¿Al
devolver el poder a los civiles se legitima un golpe del Estado?
Al pasar
el poder de un civil a otro se podrá argumentar que el Presidente era malo, que
violó la Constitución y que se trata de un proceso de transición, pero
finalmente es un golpe de Estado. La meta es engañar a la comunidad
internacional, aunque no lo consigan con los propios habitantes. En Quito la
ciudadanía sabe lo que ocurrió el 30 de septiembre de 2010 (30-S), aunque
algunos niegan que fuera un intento de golpe.
Los
activistas extranjeros que participaron en ELAP 2015, en septiembre en Quito,
dijeron que el 30-S las cadenas mediáticas informaron que en Ecuador había una
revuelta popular mas no una sublevación policial. ¿Qué recuerda usted sobre ese
día?
Los
periodistas de derecha saben que la información debe tener una dosis de
veracidad para legitimar una mentira. Lo que destacaron los medios
internacionales fue la imprudencia del Presidente al ir al Regimiento Quito y
le imputaron la responsabilidad del hecho por una supuesta reivindicación
salarial de los policías. Además Ecuador tiene la particularidad de tener
indígenas y las movilizaciones que protagonizaron en agosto de este año fue
expuesto afuera como “Los indígenas en contra de Rafael Correa”, sin precisar
que fue una fracción indígena, que —como dice Correa— en procesos electorales
no alcanzan ni siquiera el 3% de los votos. En Europa tenemos una visión
romántica de los indígenas, además de un sentimiento de culpabilidad por la
conquista y el etnocidio, entonces por definición el indígena es bueno y se
desconoce que también hay indígenas de derecha, progresistas, conservadores,
etc. Este es un factor clave para tratar los temas de Ecuador y Bolivia, pero
si hablamos de Venezuela se referirán a la sociedad civil y no a la derecha y
extrema derecha.
¿La
estrategia de la derecha en América Latina es ‘conmover’ a la comunidad
internacional?
Un lector
europeo que vea: “La sociedad civil protesta contra las medidas del presidente
Nicolás Maduro” se sentirá identificado. En 2014 se decía que en Venezuela los
estudiantes protestaban contra Maduro, pero no se aclaró que eran estudiantes
de ultraderecha y calificaron a Maduro de dictador.
Y la
rapidez con que esas noticias se propagan acentúa el desprestigio de un
gobierno...
Los
medios de comunicación no organizan un golpe de Estado, pero preparan a la
opinión pública internacional para aceptarlo en cualquier momento. En Francia
desde hace 15 años sostienen que Chávez fue un dictador y que Maduro también lo
es, y dicen lo mismo del presidente Rafael Correa. Pero lo único que ha
cambiado es que nació Unasur y Celac, los instrumentos que les permiten
resistir a esa arremetida de la derecha. Pero hay que destacar que la llamada
“comunidad internacional” en realidad no sirve porque solo involucra a Estados
Unidos y a la Unión Europea cuando el mundo es más amplio. Cuando el presidente
Barack Obama emitió el decreto que consideraba a Venezuela una amenaza para la
seguridad de los Estados Unidos, este fue rechazado por la Alaba, la Unasur,
Celac, el G77+China y el Movimiento de los No Alineados, es decir, por las 2/3
partes de los miembros de la ONU. Entonces los africanos, asiáticos y
latinoamericanos no hacen parte de la “comunidad internacional”.
En ese
juego entran las cadenas internacionales de noticias...
Con el
internet notamos que la información es tan fácil como “copiar y pegar”. En
Europa hay un fenómeno, un diario da la línea y es El País de España. Por
razones históricas España ha estado cerca de Latinoamérica, entonces los
europeos consideran que ellos conocen mejor a la región, pese a que hoy El País
es vocero de las multinacionales españolas y el periódico más hostil con la
izquierda de América Latina. Además es accionista de Caracol de Colombia y Le
Monde en Francia, eso explica cómo funciona la información.
¿Las ONG
defensoras de la libertad de expresión cierran ese círculo?
Soy
periodista y defiendo ferozmente la libertad de expresión, al mismo tiempo el
derecho a la información. Ahí los latinos han avanzado con respecto a Europa al
trabajar en una regulación del espectro mediático donde los bancos no puedan
invertir, lo que es positivo, así como destinar una tercera parte del espectro
a medios comunitarios. Los medios privados atacan a los países con “leyes
mordazas” porque “no hay libertad de expresión”, pero cuando vengo al Ecuador
leo todos los diarios y veo noticieros, entonces si eso no es libertad de
expresión, ¿qué es? Las ONG como Fundamedios, Reporteros Sin Fronteras (RSF) o
la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) cierran ese círculo. Le Monde
Diplomatique denunció que RSF es financiado por la Fundación Nacional para la
Democracia (NED) y la ultraderecha cubana de Miami y fuimos atacados por eso.
Hoy sabemos también que en 2014 la NED entregó más de $ 1 millón a la oposición
ecuatoriana y más de $ 2 millones a la oposición venezolana, el año de las
guarimbas.
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