Daniel Scioli e Mauricio Macri, domingo à noite no debate (Foto: Carolina Camps/Página/12) |
Como em todas as grandes encruzilhadas da história, a luta entre o povo e os privilégios é também a luta pela razão política contra a confusão e a mentira.
Por Eduardo
Jozami (*) – no jornal argentino Página/12,
edição impressa de hoje, dia 17 (em espanhol, com traduções pontuais)
Es
difícil ganar una elección si no pueden definirse claramente los términos en
disputa o (ou) si no se consigue que una mayoría social acepte esta definición.
Se ha dicho (Se disse) más de una vez en estos días, pero vale recordarlo: en
1946, en la primera elección del peronismo, si ganó Perón – contra todos los prognósticos
– mucho tuvo que ver su acierto en señalar lo que estaba en juego. Mientras
(Enquanto) los candidatos de la alianza antiperonista se referían a un
enfrentamiento entre Democracia y Totalitarismo, el candidato finalmente
triunfante veía una opción – un partido (uma partida de futebol) de campeonato,
la llamó – entre Justicia Social e Injusticia Social.
No es muy diferente la alternativa que se nos
presenta en estos días, probablemente con más claridad que en otras
oportunidades. El discurso de campaña de Daniel Scioli reitera los conceptos
troncales de la tradición peronista en defensa del desarrollo (do
desenvolvimento) nacional, el trabajo y el mercado interno y la denuncia del
Fondo Monetario y el capital financiero, mientras señala (enquanto assinala),
con razones inapelables, que su adversario postula todo lo contrario: el
macrismo no apoyó en su momento ninguna de las leyes fundamentales del proyecto
kirchnerista destinadas a fortalecer el rol estatal (o papel do Estado) y sus
economistas – menos locuaces en las últimas semanas – siguen teniendo una
marcada afinidad con las propuestas históricas de Domingo Cavallo y José
Martínez de Hoz (economistas da era da ditadura e do apogeu do neoliberalismo
do ex-presidente Carlos Menem).
Lo curioso, sin embargo, es que hasta hace pocos
días este debate no llegaba a ocupar el centro de la escena. Cuando, desde el
FpV (Frente para a Vitória – coalizão kirchnerista), se alertaba sobre las
consecuencias de las políticas que aplicaría el candidato de Cambiemos (Mudemos
– coalizão de Macri) se nos acusaba de ocultar la verdadera discusión: el país,
harto de doce (12) años de kirchnerismo, estaba, simplemente, optando por el
cambio (pela mudança). Quedaría atrás la Argentina del enfrentamiento, todos
juntos deberíamos avanzar tomados de la mano, acompañando a Mauricio y a la
gobernadora electa de la provincia de Buenos Aires que abusa de su perfil
angelical, salvo cuando sale a justificar la criminal actitud (a criminosa
atitude) de la Metropolitana (polícia) baleando a un joven indefenso.
No es éste el momento de la reflexión profunda que
nos debemos para entender cómo fue posible la penetración de ese discurso que
banaliza el cambio (a mudança), por qué la mera convocatoria a caminar juntos
pudo lograr adhesión en algunos sectores populares (aunque no estuviera claro
hacia dónde se nos convocaba a marchar), pero lo cierto es que hasta el momento
del debate seguía resultando difícil desplazar (deslocar) esa idílica visión de
una Argentina llamada a ser feliz por una mirada realista sobre un país que no
puede seguir avanzando si la mayoría no toma conciencia de los peligros que
amenazan torcer el rumbo (torcer o rumo).
Las cosas comenzaron a cambiar (mudar) después de
que nos sorprendió el resultado electoral de la primera vuelta (do primeiro
turno), cuando en pocos días tomó forma algo que, en realidad, nunca habíamos
creído, que Mauricio Macri podía llegar a ser presidente. Eso se tradujo (Isso
se traduziu), de inmediato, en el alerta de quienes advirtieron que tenían
mucho que perder con ese cambio (com essa mudança), rompiendo la modorra que
había caracterizado la previa campaña electoral. Los sindicatos convocaron a
defender las paritarias, achicando (reduzindo) el espacio de quienes como Hugo
Moyano aún buscan el modo de apoyar a Macri: los universitarios recordaron que,
rebosando de elitismo, desde Cambiemos se criticó la creación de nuevas
universidades y se votó contra la gratuidad; los militantes de género y de la
diversidad sexual recordaron la oposición de Gabriela Michetti (vice na chapa
de Macri) a los avances más significativos en este terreno; quienes trabajan en
los espacios de Memoria se movilizaron en defensa de esas políticas públicas;
los investigadores (estudiosos, acadêmicos) salieron a defender un proyecto, el
de Néstor y Cristina, que les asignó (que lhes destinou) un lugar importante
para asegurar el desarrollo (desenvolvimento) científico y tecnológico autónomo
como política de Estado; los trabajadores de la Cultura desplegaron (desfecharam)
multitud de iniciativas e inundaron el domingo las plazas que rodean la
Biblioteca Nacional expresando su explícito apoyo a la fórmula presidencial del
Frente para la Victoria.
Ese protagonismo fue tomando forma en muchas
convocatorias (mobilizações) que respondieron menos a decisiones cupulares que
al deseo colectivo de participar activamente en esta movida que define tantas
cosas. Grupos autoconvocados, pequeñas organizaciones políticas, ciudadanos que
decidieron sumarse: en esta ciudad y en muchos otros lugares del país volvieron
a correr aires asamblearios, buena noticia que, incluso trasciende el hecho
electoral, aunque naturalmente hoy éste requiera la atención excluyente.
Ese espíritu de la mejor militancia se vio hace
quince días en Parque Centenario, en Lezama, en la exaltación del reciente
plenario de Rosario, en la multitud que – a pesar de todo – se congregó el
sábado en el Obelisco, en las esquinas de todo el país donde pequeños grupos
distribuían los volantes que ellos mismos habían redactado e impreso, en las
mil maneras en que se expresa el pueblo cuando quiere hacerse cargo de (quer
ser responsável pelo) su propio destino.
Faltaba algo, sin embargo. Era necesario que
nuestro candidato hablara (falasse) frente a su adversario, explicara (explicasse)
claramente su proyecto ante millones de teleespectadores poniendo en evidencia
la vacuidad del discurso de Mauricio Macri, que lo intimara (que o intimasse) a
que respondiera sobre las consecuencias que para los sectores populares
inevitablemente tendría la devaluación (desvalorização da moeda, do peso),
mostrando de este modo que Cambiemos oculta su propuesta y rehúye (e recusa)
cualquier debate racional. Esto ocurrió en la noche del domingo (quando houve
debate entre os dois candidatos), y desde entonces, pienso, espero, quiero
creer, se ha inquietado la conciencia de miles de argentinos que tal vez
desconfíen de este gobierno, que, quizá, entusiasmados livianamente con la idea
del cambio (da mudança) quieran creerle a Macri, pero que se preguntarán por
qué el candidato de Cambiemos quedó (ficou) sin respuesta cuando se hablaba de
la devaluación y el ajuste (da desvalorização da moeda e do ajuste fiscal, duas
posições que vinham sendo defendidas pelos economistas ligados a Macri). Estas
palabras difícilmente abandonen ya estas conciencias inquietas que habían
creído posible ignorarlas.
Desde la noche del domingo, el sortilegio comienza
a derrumbarse, el discurso de los globos (como lá se referem às comemorações
festivas de Macri) y las caras felices revela su vacuidad cuando se lo
interpela como lo hizo Daniel Scioli el domingo. Como en todas las grandes
encrucijadas de la historia, la lucha entre el pueblo y los privilegios es
también la lucha por la razón política contra la confusión y la mentira. Por
eso, que los términos de la confrontación empiecen a advertirse más (comecem a
ser entendidos mais) nítidamente es una poderosa razón para el optimismo.
(*) Director del Centro Cultural de la Memoria
Haroldo Conti.
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