René Nariño na sua cela na prisão de La Picota, em Bogotá (Foto: reproduzida do Página/12) |
Nos
marcos das conversações de paz entre as FARC e o governo colombiano em Cuba: durante
20 dias, centenas de prisioneiros das FARC fizeram greve de fome exigindo melhorias
de suas condições de prisão. Santos disse que indultará 30 insurgentes; eles suspenderam
o movimento e pediram uma anistia generalizada.
Por Katalina Vásquez Guzmán, de Medellín
(Colômbia) – no jornal argentino Página/12,
edição impressa de hoje, dia 30 (em espanhol, com traduções pontuais)
Con la voz ronca por las olas (Com a voz rouca
pelas ondas) de frío que cada noche invaden su celda (sua cela) en la
penitenciaria de La Picota, en Bogotá, René Nariño habló con Página/12 sobre
qué piden y qué sigue para el conjunto de presos políticos y prisioneros de
guerra de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), ahora que se
anunció el indulto a 30 guerrilleros de esa organización ilegal recientemente.
Este, tal como lo presentó la Presidencia, es un gesto humanitario y de paz de
parte de la delegación del gobierno en los Diálogos de La Habana, “un gesto de
confianza” en el proceso de paz que cumplió ya tres años y estaría en su recta
final si, de cumplirse la palabra del presidente Juan Manuel Santos y el máximo
comandante fariano alias (codinome) Timochenko, en marzo de 2016 se firman los
acuerdos finales y con ello (e com isso), como muchos lo anhelan (anseiam) en
el mundo, se pone un punto de giro a la larga historia de guerra y violencias
en Colombia.
Nariño – nombre de guerra – es oriundo de la
provincia de Santander donde, disse (diz), creció en una familia humilde
“ligada a la izquierda colombiana”. “Mi niñez (Minha infância) fue marcada por
la persecución, de pequeño fui testigo (testemunho) del aniquilamiento de la
Unión Patriótica (UP – partido de esquerda que foi dizimado por paramilitares)
y la esperanza que eso significaba para el país, y luego vino la huida hasta (e
depois veio a fuga até) que, convencido de una causa y para sobrevivir, me uní
a las filas (fileiras) de las FARC. Me vine para Bogotá, de nuevo a un barrio
humilde, estudiaba administración cuando caí preso en 2011”, relata el
guerrillero minutos antes de verificar cuántos compañeros suyos fueron llevados
a enfermería durante la huelga de hambre (a greve de fome) que terminó este fin
de semana.
Durante 20 días, cientos (centenas) de rebeldes
presos protestaron sin ingerir alimentos y en algunos casos cosiéndose la boca,
literalmente, exigiendo mejorar las condiciones de su detención, a propósito de
las conversaciones de paz entre su guerrilla y el gobierno de Colombia en Cuba,
y que hoy pasan quizá por su momento más esperanzador. La ilusión llega hasta
los camarotes húmedos de La Picota donde, junto a René están presos alias (codinomes)
Caliche, Orlando Traslaviña, Jeison Murillo y hasta el profesor Miguel Angel
Beltrán contra quien, según la Brigada Jurídica Eduardo Umaña, se ha cernido (se
abateu) una persecución judicial que lo tiene hoy de nuevo tras las rejas
(atrás das grades). En los 21 establecimientos de reclusión de Colombia donde
se dio la protesta, los rebeldes esperan atención (atendimento) en salud y
entregaron una lista de 80 casos graves que precisan intervención inmediata,
“incluso algunos que merecen revisarse con prisión domiciliaria como gesto
humanitario; en condiciones de detención será imposible preservar la vida de
algunos con riesgo de perder la vista, por ejemplo, con esquirlas y tutores
infectados por heridas de guerra, con traumatismos y diabetes, entre otras
enfermedades”, aseguró John León de la Corporación Solidaridad Jurídica en
conversación con este diario. Para León, lo que debería seguir para los
guerrilleros de las FARC presos es que se generen zonas de reclusión para ellos
en toda cárcel de Colombia “no necesariamente patios exclusivos para las FARC,
sino lugares y maneras donde la vida y la seguridad no corran peligro, pues
cada vez se están denunciando más casos de maltrato de parte de otras fuerzas
presentes en las cárceles en algunos casos con connivencia con la guardia oficial”.
Ahora que se sabe que de firmarse los acuerdos en
La Habana, ya 30 rebeldes tienen asegurada su libertad, René y los demás
prisioneros de las FARC piden una amnistía generalizada. Hasta hoy en La Habana
se han logrado ya acuerdos en tres de seis puntos de la agenda de
conversaciones. “El 3.3 se refiere a la situación de los prisioneros políticos
y desde ahí no solo los presos mismos sino organizaciones sociales y defensoras
de derechos humanos solicitan ahora un gran indulto. Además, “el punto sobre el
fin del conflicto, entendido como un proceso integral y simultáneo en sus siete
(7) subpuntos, implica en una de ellas al Gobierno Nacional para que coordine
la revisión de la situación de las personas privadas de la libertad, procesados
o (ou) condenadas, por pertenecer o (ou) colaborar con las FARC-EP (...) En
este otorgamiento de la amnistía “más amplia posible” extensiva a los civiles
presos por rebelión, entre otros delitos amnistiables e indultables, es donde
deberá ocurrir la certificación de pertenencia de los guerrilleros a la
organización, además de civiles procesados o (ou) condenados por colaborar con
la guerrilla”, opina alias (codinome) Fidel Rondón, uno de los comandantes de
las FARC, en una columna suya divulgada ayer (ontem).
Según explica René Nariño muchos compañeros de
celda son líderes sociales, campesinos, estudiantiles y, en general, civiles
que están presos acusados de rebelión o (ou) apoyo al terrorismo, sin
pertenecer a las filas (fileiras) de las guerrillas en Colombia. Éstos serían
también, según explican, “prisioneros de conciencia, presos políticos; mientras
(enquanto) que los prisioneros de guerra son los combatientes que caen en manos
del enemigo”. Mil de ellos se movilizaron en las cárceles durante la semana
pasada, pero no es claro hoy por hoy cuántos rebeldes de las FARC están presos
en todo el país a la fecha (nesta data).
Según pudo conocer Página/12, a mayo de este año el
Instituto Penitenciario de Colombia (Inpec) tenía en sus bases de datos 2.041
hombres y mujeres condenadas en sus cárceles por el delito de rebelión. Esto
incluye no solo supuestos integrantes de las FARC sino también del Ejército de
Liberación Nacional (ELN), la otra guerrilla colombiana con la cual se
adelantan ahora conversaciones previas para iniciar un proceso de paz. “Nuestro
censo es de 1500 prisioneros políticos y de guerra en todo Colombia, sin
embargo este es un tema que hay que revisar”, asegura John León. Hoy día el
Gobierno colombiano viene trabajando con el INPEC, la Fiscalía General (Procuradoria
Geral) de la Nación y el Consejo Superior de la Judicatura con el fin de
consolidar la información sobre el universo de miembros de las FARC privados de
la libertad (investigados y condenados) por diferentes delitos.
Es decir que si se aprobara (Quer dizer que se se
aprovasse) una amnistía generalizada para los farianos hoy en situación de
detención, no se conoce aún de cuántos se trata. Lo que sí es un hecho (O que é
um fato) es el drama humanitario que viven todos los presos y presas en las
cárceles de Colombia que, de acuerdo con el mismo INPEC, presentan más de 45
mil personas que superan la cuota de hacinamiento (superlotação). La Brigada
Eduardo Umañan precisa que los informes de finales de enero (janeiro) 31 de
2015 hablan de 118.658 internos (109.798 hombres y 8960 mujeres), mientras (enquanto)
la capacidad de las 155 cárceles es solo de 76.000 personas; por lo tanto, el
promedio de hacinamiento (a média de superlotação) es del 53%.
Junto a seis hombres más en su celda y desde una
cama diminuta a donde no llegan los servicios de aseo ningún día del año, René
Nariño celebra la decisión del gobierno de amnistiar por ahora a 30
guerrilleros y lo ve como un logro de la protesta y “el sacrificio de compañeros
que siguen hoy en observación por deshidratación y otros casos no solo por la
huelga de hambre sino por las condiciones mismas de la detención. Todo esto es
el fruto de la maduración de una serie de luchas de manera continua en los
últimos años”, enfatiza René. Antes de apresurarse a colgar (de apressar-se a
desligar) el celular para evitar que la guardia lo decomise (o tome), Nariño
aclara que la lucha emprendida por su guerrilla en la cárcel aspira no solo a
beneficiar los rebeldes con atenciones médicas y posibles amnistías, sino a
denunciar la profunda crisis del sistema carcelario y de la justicia punitiva
en un país donde, cada año, surgen nuevas bandas criminales y combos
delincuenciales (gangues, quadrilhas, grupos) al servicio del narcotráfico e,
incluso, de cierta clase política que también engruesa las listas de hacinados (de
lotados) en las centros de reclusión.
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