A chapa presidencial pela governista Frente para a Vitória (kirchnerista), Daniel Scioli (à dir.) e Carlos Zannini (à esq.) (Foto: AFP/El Telégrafo) |
A
estratégia eleitoral do governo teve algumas falhas
Na eleição
presidencial do dia 25/outubro a chapa Scioli-Zannini ficou enclausurada no
voto kirchnerista, importante porém insuficiente para evitar o segundo turno,
segundo o analista.
Por Atilio Boron (cientista político
argentino) – artigo reproduzido de Telesur
– publicado aqui no Evidentemente a
partir do jornal equatoriano El
Telégrafo (empresa pública do governo federal), edição online de 01/11/2015
(em espanhol, com traduções pontuais)
El
resultado de las elecciones del pasado domingo (25/10) no fue un rayo en un día
sereno. Un difuso pero penetrante malestar social se había instalado en la
sociedad al compás (ao compasso, junto) de la crisis general del capitalismo,
las restricciones económicas que impone a Argentina el agotamiento del boom de
las commodities y la tenaz ofensiva mediática encaminada a desestabilizar el
gobierno. Era, por lo tanto, apenas cuestión de tiempo que esta situación se
expresara en el terreno electoral.
Ya las
PASO (elecciones Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias), celebradas el
9 de agosto, habían sido una voz de alarma, pero no fue escuchada y analizada
por el oficialismo (pelos governistas) con la rigurosidad requerida por las
circunstancias. Prevaleció una actitud que para utilizar un término benévolo
podríamos calificar como “negacionista”, por la cual la autocrítica y la
posibilidad de introducir correctivos estuvieron ausentes, con las
consecuencias que hoy lamentamos.
Me ceñiré
(Me restringirei), en este breve análisis, a algunos aspectos más relacionados
con la estrategia y la táctica de la lucha política adoptadas por el Frente
para la Victoria en los últimos meses. Dejo para otro momento la realización de
un balance de la experiencia kirchnerista en su integralidad y con sus
múltiples contradicciones: asignación universal por hijo (programa do tipo do
brasileiro Bolsa Família) y concentración empresarial; extensión del régimen
jubilatorio (de aposentadoria) y regresividad tributaria; desarrollo (desenvolvimento)
científico y tecnológico (Arsat I y II, etcétera) y sojización (de soja) de la
agricultura; orientación latinoamericanista de la política exterior y
extranjerización de la economía.
Algo he
dicho (Algo eu disse) al respecto en el pasado y no viene al caso reiterarlo en
esta ocasión. Volveré sobre este tema en un escrito futuro, sin el apremio del
momento actual. Tampoco me referiré, por ejemplo, a cuestiones que remiten a un
arco temporal que trasciende la actual coyuntura electoral, como, por ejemplo,
la llamativa ineptitud para construir un sujeto político y hacer de ‘Unidos y
Organizados’ (articulação dos movimentos de massa que apoiam o governo) una
verdadera fuerza plural y frentista y no un cascarón vacío cuya única misión
fue apoyar, sin ninguna eficacia práctica, las medidas del gobierno. O (Ou) a
la asombrosa incapacidad para preparar, al cabo de doce (12) años de gobierno,
un liderazgo de recambio (uma liderança) que no fuera Daniel Scioli, un
político nacido del riñón del menemismo (do seio do menemismo – do ex-presidente
Carlos Menem, líder do auge do neoliberalismo dos anos 90).
O (Ou) a
la suicida actitud, seguida hasta hace unos pocos meses, de descalificar y
hasta ridiculizar a quien, al final del camino, era el único candidato con el
que contaba el kirchnerismo a la hora de enfrentar la riesgosa sucesión
presidencial. Es decir, se vapuleó a una figura (Quer dizer, se bateu, se
criticou uma pessoa), contra la cual no se ahorraron (não se economizaram)
ninguna clase de ofensas y humillaciones, sin percibir, en la alegre ofuscación
de los cortesanos del poder, que era la única carta con la que contaban y que
poco después deberían vergonzosamente aferrarse a ella, cual clavo ardiente, en
una desesperada tentativa por salvar “el proyecto”. Dejo a la imaginación de
los lectores la calificación de esta actitud.
Más
cercano en el tiempo (Mais recentemente) se cometieron varios errores de
estrategia política de incalculables proyecciones: para comenzar, la decisión
de no apoyar a Martín Lousteau en el balotaje por la jefatura de gobierno de la
ciudad (no segundo turno para a prefeitura) de Buenos Aires en contra de
Horacio Rodríguez Larreta, el delfín de quien hoy aparece como el probable
verdugo del kirchnerismo. De haberse actuado de esa manera, dejando de lado un
absurdo fundamentalismo, el macrismo (de Mauricio Macri, prefeito de Buenos
Aires que disputa o segundo turno contra Scioli) habría perdido la ciudad de
Buenos Aires y se le habría propinado un golpe - si no mortal, al menos demolidor
- a la candidatura presidencial de Mauricio Macri. Esta ofuscación del FPV, de
la cual participaron desde la Casa Rosada hasta el último militante, fue una
bendición (uma bênção) para la derecha ya que le permitió nada menos que
conservar en su poder a la ciudad de Buenos Aires y salvar el futuro de su
principal espada política. Pocos casos de miopía política pueden igualarse a
este.
Pero la
carrera de errores no se detuvo allí. Con la intención de salvaguardar la
pureza ideológica de la fórmula (da chapa) kirchnerista, y ante la desconfianza
suscitada por Daniel Scioli y su sinuosa trayectoria política no se tuvo mejor
idea que proponer como candidato a vicepresidente a Carlos Zannini. Al optar
por el secretario Legal y Técnico de la Presidencia se configuró una fórmula
“kirchnerista pura”, buena para aplacar la ansiedad de los propios pero
absolutamente incapaz de captar un solo voto por fuera del universo político
del kirchnerismo. Esta decisión pasó olímpicamente por alto todo lo que enseñan
los manuales de la sociología electoral, que dicen que para obtener una mayoría
hay que presentar una oferta política capaz de atraer la voluntad no solo de
los ya convencidos - el núcleo duro de una fuerza partidária - sino también de
quienes podrían ser atraídos por otras razones: rechazo a las fuerzas
anti-kirchneristas, cálculo oportunista o (ou) tendencia a “votar a ganador”,
entre muchas otras. Pero la fórmula Scioli-Zannini cerraba (fechava) todas
estas puertas, como se comprobó el pasado domingo y se quedaba enclaustrada (e
ficava enclausurada, engessada) en el voto kirchnerista, importante pero
insuficiente para obtener la diferencia que hubiera evitado el temido balotaje
(que tivesse evitado o temido segundo turno).
A lo
anterior se agregó otro yerro (A isso se acrescentou outro erro) inexplicable:
el empecinamiento en proponer como candidato a la Gobernación de la crucial
provincia de Buenos Aires, que con cerca del 38% del padrón nacional es la
madre de todas las batallas políticas en Argentina, al jefe de gabinete de
ministros de la presidenta Cristina Fernández, Aníbal Fernández. Este fue
víctima de una tenaz e inmoral campaña de desprestigio que lo convirtió en el
personaje con mayor imagen negativa de la provincia. Pese a ello (Apesar disso)
se insistió tercamente (com obstinação) en una candidatura que solo
representaba a los propios y que perdía por completo de vista el complejo panorama
electoral de la provincia. El resultado fue una derrota inapelable a manos de
una candidata opositora, María Eugenia Vidal, que carecía por completo de
experiencia en ese distrito ya que se había desempeñado en los últimos ocho (8)
años como vicejefa de Gobierno (prefeitura) de la ciudad de Buenos Aires,
acompañando a Mauricio Macri. Justo es reconocer que en esta derrota existen
responsabilidades concurrentes: la mala imagen de Fernández se articuló con la
pobre gestión de Scioli en la provincia. Si esta hubiera sido algo mejor Vidal
no podría haberse alzado con la Gobernación. Por ejemplo, si en lugar de dotar
a la provincia con los tan publicitados 85.000 nuevos policías el gobernador
saliente hubiera designado una cifra igual de nuevos maestros (professores) seguramente
otro habría sido el resultado. En todo caso, cuesta entender las razones del
tan pernicioso como costoso empecinamiento en sostener una candidatura como la
de Fernández en esas circunstancias.
Por
último, en este breve racconto, otro error fue la decisión de hacer que Scioli
desplegase una campaña en la cual fuera lo más parecido posible a Cristina y
cuyo eje (eixo) central fuese la cerrada defensa de la gestión presidencial,
sin ninguna proyección a futuro. Contra quienes proponían como slogan el cambio
(a mudança) - de ahí el nombre de la alianza derechista: Cambiemos (Mudemos) -
o (ou) quien como Macri demagógicamente exaltaba la “revolución de la alegría”,
Scioli aparecía como un político triste y titubeante, a la defensiva, e
históricamente maltratado por la presidenta y su entorno, debilitado por las
críticas recibidas desde la Casa Rosada, la Cámpora (movimento de massa da
juventude kirchnerista), Carta Abierta (movimento de intelectuais) y con un
libreto que lo condenaba a posicionarse como un acérrimo defensor del
“proyecto”, sin la menor posibilidad de aludir a todo lo que faltaba hacer en
el mismo, como una reforma tributaria integral, la estatización del comercio
exterior y la implementación de una heterodoxa política antiinflacionaria que
evitase la licuación de una parte nada desdeñable de la cuantiosa inversión
social del gobierno de Cristina Fernández. Los resultados están a la vista.
Habría
otras cuestiones por señalar, como el faltazo (Scioli optou por não participar
de debates com os outros candidatos) ante el debate con los otros candidatos
presidenciales, que lo disminuyó más ante los ojos de la opinión pública y el
oportunista anuncio, hecho sobre la hora (feito na última hora), de duplicar el
piso salarial para el impuesto a las ganancias (imposto de renda), que el
Gobierno Nacional debió hacerlo hace mucho.
En todo
caso, parecería que ciertos cambios (mudanças) habidos en la estructura social
argentina y en el clima cultural imperante en el país, fuertemente semantizados
por el terrorismo mediático lanzado por la derecha;
cambios (mudanças)
producidos precisamente por las políticas de inclusión social del gobierno de
CF, no operaron en la dirección de otorgarle mayor sustentabilidad al proyecto,
sino todo lo contrario, en línea con tendencias ya observadas en países como
Brasil, Bolivia, Ecuador y Venezuela y que es incomprensible que hubieran sido
pasadas por alto en Argentina.
No
necesariamente los sectores populares que mejoran su situación socioeconómica y
cultural gracias a la acción de los gobiernos progresistas y de izquierda luego
(depois) lo recompensan con su voto, y en Argentina del pasado domingo esto fue
muy elocuente. Hace tiempo que hemos advertido que, ante la ausencia de una
sistemática labor concientizadora (trabalho de conscientização) y de formación
ideológica - la célebre “batalla de ideas” de Fidel - el boom de consumo no
crea hegemonía política sino que termina engrosando las filas (as fileiras, os
eleitores) de los partidos de la derecha.
Traduções pontuais: Jadson Oliveira
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