(Foto: Página/12) |
Coordenadora
de abortos legais foi presa na Colômbia como terrorista.
Paola
Andrea Salgado Piedrahita atuava na coordenação dum programa de saúde reprodutiva
na cidade de Bogotá, quando foi detida e acusada de terrorista. Esteve
dois meses na cadeia.
Por Luciana Peker – no jornal argentino Página/12, edição impressa de hoje, dia
12 (em espanhol)
Mujer.
Joven. Abortera. Sin hijos. Defensora de derechos humanos. Sexy. Aguerrida.
Feminista. Abogada de derechos sexuales. Femme fatale. Nada llorona. Paola
Andrea Salgado Piedrahita, de 33 años, se convirtió en el prontuario más
atractivo para la prensa colombiana. Una chica de pelo corto, asimétricamente
enmarcado sobre su rostro intenso, de pestañas negras y ojos delineados, de
nariz desafiantemente ancha y boca descarnadamente roja. Con fotos hurgadas de
su intimidad en bikini y vestido violeta sobre su escote personal que la prensa
convirtió en público. Presa durante tres meses acusada de tirabombas. Una
imputada de terrorista que declama su inocencia sin derramar lágrimas frente a
las cámaras.
Si la espía rusa rubia, de piernas largas y pechos
firmes, capaz de soportar golpes y de jugar sucio se convirtió en el fetiche de
la chica Bond traicionera Paola Salgado también sabe que su identikit es tan
atractivo como ella para que la hayan elevado al rol de la nueva villana
latina. “Si asesina bebés es capaz de tirar bombas”, ironiza Salgado sobre la
estigmatización que la llevo a ser la vedette mediática de un proceso que
involucra a otras diez personas del movimiento social El Congreso de los Pueblos
y por el que estuvo detenida, en la reclusión de mujeres de Bogotá, desde el 8
de julio hasta el 12 de septiembre, de este año. “Paola es feminista, no
terrorista”, decía uno de los carteles que reclamaban por su detención con el
lema “La fuerza de las mujeres”.
Ahora ella está en libertad, pero continúa su
procesamiento por los cargos de fabricación de armas y municiones de uso
privativo de Fuerzas Armadas o explosivos y violencia contra servidor público,
con una condena que puede llegar hasta a treinta años de prisión. Salgado fue
invitada a formar parte de la radio abierta, en Plaza Mitre, con otras
feministas latinoamericanas, el domingo 11 de octubre, a las 13, en el XXX
Encuentro de Mujeres, en Mar del Plata. “Estoy chévere”, regala entre una plaza
munida de verdes y violetas y apenas corrida por el frío que la hace envolver
su cuerpo entre abrigos. “El Encuentro me llena de la vitalidad que me han
querido robar en estos dos meses”, señala. Y rescata: “Al ver a 60 mil mujeres
acá entiendo que no puedo retroceder, ni callarme o aislarme, y que hay mujeres
que han vivido situaciones peores y que siguen. Eso me da fuerza para enfrentar
un proceso judicial en Colombia, sin garantías, que puede tardar tres o cuatro
años”.
En el momento de ser detenida Salgado era
coordinadora del Programa de Salud Reproductiva del primer centro amigable de
Hospital de Suba, de Bogotá, donde se realizaron 650 abortos legales y
gratuitos, desde enero de 2013 hasta abril de 2015, en casos de violencia
sexual, riesgo para la vida o la salud de la madre o embarazos inviables. “Los
antiderechos estaban muy enojados”, enmarca sobre las reacciones a ese avance.
Salgado considera que su función como garante del acceso a los abortos legales
incidió, en parte, en que la acusen de terrorista e integrante del Ejército de
Liberación Nacional (ELN).
“En Bogotá, durante todo el año, habían estado
accionando artefactos explosivos de bajo poder, a medianoche, sin heridos. La
alcaldía de Bogotá afirmaba que eran acciones de la derecha para intentar
desestabilizar al gobierno de la ciudad, ya que el alcalde Gustavo Petro, del
movimiento Progresistas, se considera alternativo. Cuando soy detenida, acusada
de rebelión en concurso con terrorismo, ya llevaba dos años y medio en un
programa de salud sexual. Yo no tengo absolutamente nada que ver. Pero mi
detención es un mecanismo de la derecha para poder montar una alcaldía en
Bogotá”, analiza.
La saña mediática con Salgado se redobló en una
criminalización de la sensualidad y el mito de la sex bomb latina. Ella
describe la segunda condena en el espejo mediático: “La prensa hurgaba en mi
vida sentimental y buscaba entre mil fotos privadas de Facebook la única en la
que tengo escote. Es exagerado. También le preguntaban a mi compañero si yo
había llorado porque consideraban que una mujer tiene que mostrarse débil y
triste para ser inocente”.
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