Francisco se reuniu com Raúl Castro durante uma audiência privada no Vaticano em maio deste ano (Foto: Página/12) |
Como a mão de Deus aproximou Cuba
e Estados Unidos
Foi ao
cabo da audiência que o presidente Barack Obama manteve no Vaticano com o Papa
que se iniciou o processo de negociação. O arcebispo de Havana, cardeal Jaime
Lucas Ortega Alamino, cumpriu um papel central.
Por Constance Colonna-Cesari (*), de Paris –
no jornal argentino Página/12,
edição impressa de hoje, dia 10 (em espanhol, com traduções pontuais entre
parênteses)
Una extraña calma reina en las calles (nas ruas) de
La Habana en diciembre de 2014, en vísperas de una Navidad (de um Natal) cubana
muy distinta a las demás. Nada parece revelar la importancia del acontecimiento
que el mundo entero reprodujo en eco a lo largo de flashes informativos y
ediciones especiales. Unos días antes, el 17 de diciembre, a la una hora local,
Cuba, el último avatar del mundo bipolar de la Guerra Fría, donde subsistía el
único régimen comunista contra el cual todos los intentos de derrocamiento
fomentados por Estados Unidos habían fracasado, salió finalmente del largo
aislamiento (do longo isolamento) impuesto por Washington. Ese día, los dos (2)
países, a través de intervenciones simultáneas de sus dos presidentes,
anunciaron su voluntad de enterrar las armas y restablecer sus relaciones
diplomáticas congeladas desde el fiasco de la operación norteamericana en la
Bahía Cochinos, en 1961, y la imposición del embargo estadounidense al año
siguiente.
Que Roma haya participado en ese giro histórico no
deja lugar a dudas (não deixa lugar para dúvidas). En sus respectivos
discursos, los dos (2) protagonistas, Raúl Castro y Barack Obama, mencionaron
el nombre del papa Francisco. Obama fue muy explícito cuando agradeció la
acción del Papa a favor del acercamiento: “quiero agradecer a su santidad, el
papa Francisco, cuyo ejemplo moral nos muestra la importancia de buscar un
mundo como debería ser antes de contentarse con el mundo tal como es”. Ningún
embajador recuerda otra ocasión, incluida la de los grandes éxitos, en donde la
diplomacia vaticana haya recibido semejante muestra de consideración en tiempo
real.
Luego del (Depois do) reconocimiento de la acción
decisiva que la Santa Sede y Francisco desempeñaron en este caso, se hizo
evidente que ésta consistió en activar un proyecto que había germinado en la
cabeza de Obama, pero que no había avanzado mucho. En Canadá habían tenido
lugar reuniones exploratorias con el fin de poner en marcha las negociaciones,
pero sin éxito real. Sin embargo, fue al cabo de la audiencia crucial que el
presidente norteamericano mantuvo en el Vaticano con el Papa que se inició el
proceso que condujo al éxito final. Entre marzo y noviembre de 2014 hubo un
ballet ininterrumpido de las delegaciones cubanas y norteamericanas que, en el
más absoluto secreto, se encontraron en Roma, Toronto u (ou) Ottawa. Entre esas
dos fechas (duas datas) nada trascendió sobre el desarrollo (desenvolvimento) de
las negociaciones. Secreto absoluto. ¿Cómo se llegó entonces a este éxito?.
Dado el pasivo histórico entre Estados Unidos y el país de la revolución
castrista, dado el peso del embargo económico norteamericano en vigor desde
1962, dada la inscripción de Cuba en la lista de los países considerados
“terroristas” por Estados Unidos, la intervención de un ángel guardián (anjo
guardião) no fue superflua. El hecho (O fato) de que esas negociaciones hayan
estado bajo (sob) los buenos oficios del papa y de sus diplomáticos, el
cardenal y Secretario de Estado Pietro Parolin asistido por su asistente y ex
nuncio en Cuba, Monseñor Becciu – muy activo en este tema – contribuyó sin
dudas (sem dúvidas) a este milagro. La Mano de Dios es entonces la que permitió
que se marcara el gol, no el de Maradona sino el de su compatriota, gran aficionado
al fútbol y miembro del club San Lorenzo: Jorge Mario Bergoglio.
Ya se sabe que, a finales de octubre de 2014, las
negociaciones secretas, con Francisco como garante (garantidor, avalista), se
desbloquearon finalmente. Canadá, donde se llevaron a cabo siete (7)
encuentros, sólo ofreció su suelo. El gobierno de este país no ejerció ninguna
mediación política concreta en los intercambios entre las delegaciones de Cuba
y Estados Unidos, según precisó el Primer ministro canadiense Stéphane Herper.
Pero si el Papa, tanto por su personalidad, por su nacionalidad como por las
líneas que se desprenden de su diplomacia, fue un acelerador de partículas en
este proceso, es preciso mencionar la parte central que ocupó el arzobispo de
La Habana, el cardenal Jaime Lucas Ortega Alamino.
Ese 24 de diciembre de 2014, el arzobispo celebró
en su catedral las tradicionales Homilías de la noche navideña (natalina) así
como la misa matinal del 25. En el curso de esta misa especial, Ortega
homenajeó la mediación de Francisco: “un país muy importante, los Estados Unidos,
y un país pequeño pero importante en las relaciones internacionales, Cuba,
anunciaron su acercamiento. Esto cambia (Isto muda) el curso de la historia. Es
preciso saludar al papa Francisco, su papel, el del Obispo de Roma y, a su
lado, la comunidad de los Obispos de la Iglesia católica. ¡ La reconciliación,
la paz, esa es nuestra misión !. La eficacia, la discreción de esta acción
permitió su éxito, un gran éxito del que debemos estar felices”. Al día
siguiente, Ortega detalló que la acción del Papa también incluyó la liberación
de los prisioneros cubanos detenidos en Estados Unidos y la de los
norteamericanos detenidos en Cuba. “En esta acción del papa Francisco recogemos
los frutos de Jesús. Los sentimientos fructuosos de este año 2014 deben
llenarnos (devem nos encher) de un sentimiento de gratitud”. En las pocas
palabras que nos concedió en privado luego de la (depois da) misa, el cardenal
Jaime Ortega pareció proyectar este éxito diplomático más allá del marco de las
relaciones cubanonorteamericanas: “Le expresé mi alegría al embajador francés
en Cuba. Le dije cuán precioso me parecía este contexto de nuevas relaciones.
Le dije al embajador: el muro de Berlín se cayó y, ahora, se cae el muro del
Caribe y, con él, el muro que separaba a Cuba de la Unión Europea”.
La misión
del arzobispo (A missão do arcebispo) (Continua em espanhol)
Al igual que el arzobispo de La Habana – 78 años –
a quien Benedicto XVI le rechazó la renuncia que presentó debido a su edad, el
embajador de Francia en Cuba, Jean Mendelson, tampoco tendría que haber estado
en La Habana en ese diciembre de 2014. A medidos de diciembre le llegó la
comunicación de la cancillería de que tenía que regresar a París. Mendelson se
empezó a despedir de las diversas figuras cubanas con las que había tratado
desde que llegó a La Habana en 2010.
Mendelson y el cardenal Ortega se conocían bien.
Ambos se estimaban recíprocamente. El Embajador se define como un ateo de
origen judío y de cultura católica que frecuentaba con asiduidad las iglesias
cubanas. “Asistía a las misas en los suburbios de la capital. Para mí, era una
ocasión de encontrarme con gente normal, fuera de los círculos de diplomáticos.
Los domingos dialogaba con los fieles después de la misa y obtenía así otros
ecos de la vida cubana”, confiesa Mendelson. Fue tal vez de esa forma con la
que el Embajador de Francia en La Habana no tardó en hacerse una reputación a
parte en el seno de las oficinas de la calle Habana, la sede residencial y las
oficinas del Arzobispado.
El 15 de diciembre de 2014, a esos de las cuatro,
el auto del Embajador francés avanzó por esa calle llena de baches de la vieja
Habana. Después del porche y el patio del edificio de estilo colonial, el
Embajador subió las escaleras que conducen al primer piso, donde lo espera
Jaime Ortega. Empieza entonces una conversación calurosa, en francés, porque el
eclesiástico cubano se formó en Quebec, Canadá, y aprovecha la presencia de su
interlocutor para hablar en su idioma. Los dos hombres hablan de todo y de
nada. Evocan las respectivas navidades nevadas que conocieron en Canadá o en
los Alpes del Sur. Llega la hora de partir, el embajador ya está en la puerta
cuando, de pronto, el arzobispo le dice: “¿Tiene un poco de tiempo?”. El
diplomático le dice que sí, un poco sorprendido. Jaime Ortega lo invita a
sentarse y, ante su estupefacto invitado, Ortega comienza un interminable
monólogo que se prolongará hasta la noche. El cardenal dejó el francés para
hablar en español.
Mendelson prestó mucha atención. El ruido de la
climatización y la imposibilidad de tomar notas lo obligan a ser muy cuidadoso
y a no perder ni una miga de las palabras de su interlocutor. Sus palabras
fueron, a veces, confusas. El cansancio aparece en el rostro del cardenal a
medida que las horas pasan, anotó Mendelson en la nota diplomática remitida al
Quai d’Orsay esa misma noche (la sede del Ministerio francés de Relaciones
Exteriores). Pero las palabras de Ortega son sorprendentes. El dignatario de la
Iglesia cubana le anuncia: “algo va a ocurrir a corto plazo, antes del inicio
de la séptima cumbre de Las Américas en Panamá, en abril de 2015”. Enseguida,
el arzobispo detalló el hilo de los acontecimientos.
Los hechos se fueron sumando en cascada luego de la
extensa audiencia que, algunos meses antes, el 27 de marzo de 2014, el
presidente norteamericano Barack Obama mantuvo en el Vaticano. En el curso de este
diálogo de una hora y media entre Obama y el papa Francisco en la biblioteca
pontifical, Francisco demostró su franqueza habitual para dirigirse al
mandatario norteamericano en un tono inédito: “No es el papa, sino el
latinoamericano quien le habla” le dijo Francisco a Obama, y continuó: “Ustedes
quisieron aislar a Cuba, pero se aislaron ustedes”, dijo con aire de sermón el
pontífice argentino incitando a Obama a un rápido cambio de posición en el eje
de las relaciones entre La Habana y Washington: embargo norteamericano,
liberación e intercambio de prisioneros cubanos detenidos en Estados Unidos y
norteamericanos detenidos en Cuba, entre ellos el caso del agente de la Usaid
Alain Gross, liberado la mañana misma del anuncio del 17 de diciembre a cambio de
la liberación de los últimos tres prisioneros cubanos aún encarcelados en
Estados Unidos (Gerardo Hernández, Antonio Guerrero et Ramón Labanino). Se
trata de los “Cuban Five”, el grupo de 5 cubanos encarcelados en territorio
norteamericano desde hace 16 años. El Papa también se refirió a la inscripción
de Cuba en la lista norteamericana de los Estados terroristas en el mundo. En
suma, todos los problemas mayores que bloquean las relaciones
cubano-norteamericanas fueron evocados ese día, incluido el tema de la base
norteamericana de Guantánamo sobre el cual Obama ya había empezado a negociar
con Uruguay y El Salvador para transferir prisioneros de la base a esos dos
países.
Jaime Ortega siguió contándole a Jean Mendelson
que, luego de la entrevista entre Obama y el Papa, el 27 de abril fue convocado
a Roma durante las ceremonias de canonización de Juan XXIII y Juan Pablo
segundo. Durante una larga conversación con el papa, Francisco le informa que
ha sido designado para una misión sensible: llevar personalmente y de su parte
dos cartas, una a Raúl Castro, la otra a Barack Obama. ¿Por qué Jaime Ortega ?
El pontífice y el cardenal están ligados por lazos estrechos y antiguos.
Recordemos que fue a Jaime Ortega a quien el Papa, electo el 13 de marzo de
2013, le dejó el cuidado de publicar lo que Bergoglio había dicho durante las
Congregaciones generales que preceden el Cónclave: un discurso decisivo que
anunciaba el programa pontifical de quien, en ese momento, estaba sumando los
últimos votos necesarios a su elección. El Papa también designó al cardenal
Ortega como su representante en El Salvador para las ceremonias de
beatificación de Monseñor Romero, el Obispo mártir asesinado en 1980 por un
comando de extrema derecha en plena misa, en la capilla del hospital de La
Divina Providencia. Y es el mismo cardenal quien fue designado para asistir a
los festejos del 350 aniversario de la creación de la primera parroquia
canadiense, en septiembre de 2014. En ese período, Canadá vio desfilar el
ballet de las delegaciones de Cuba y Estados Unidos que, en siete ocasiones,
vinieron a sentar las bases del acercamiento. La presencia de Ortega no
responde a una casualidad.
Un mes antes de su viaje a Canadá, el cardenal
cubano obtuvo el visto bueno de Roma para que pasara a la famosa etapa de la
distribución de los dos correos. La entrega de la primera carta del Sumo
Pontífice fue de una simpleza bíblica. Un avión presidencial lo llevó a la isla
paradisíaca donde Raúl Castro pasaba sus vacaciones. Raúl Castro lo recibió con
su ministro de Relaciones Exteriores, Bruno Rodríguez: “Le dirás a Obama que
estoy de acuerdo”, le dijo al cardenal el presidente cubano luego de leer la
carta de Francisco. Pero aún faltaba entregar el segundo correo. En los Estados
Unidos, el arzobispo de Boston, el cardenal Sean O’Malley, miembro del Consejo
de los nueve cardenales formado por el Papa, al igual que su homólogo emérito
de Washington, el cardenal Theodore Edgard Mc Carrick, también comparten el
secreto. El primero, un perfecto hispanófono, ya había sido contactado por los
medios oficiales norteamericanos más comprometidos con un cambio del eje
radical de la política ante Cuba, entre los cuales el senador Patrick Leahy.
Todos saben que ese canal que ofrece el arzobispo de Boston es uno de los más directos
para acercarse al papa. En cuanto al segundo, el ex arzobispo de Washington
Theodore Edgard Mc Carrick, debido a sus estrechos vínculos con el jefe del
staff de Obama, Denis McDonough, es un eslabón precioso y perfectamente
complementario entre el líder de la Iglesia católica y el ocupante de la Casa
Blanca. Los dos cardenales se desplazaron a La Habana a principios de agosto
para festejar los 50 años del sacerdocio de Jaime Ortega. Ese no era, desde
luego, el principal motivo del viaje. ¿Acaso Mc Carrick esperaba obtener por
parte de Ortega la carta del Papa para entregársela él mismo a Obama?. Algunas
fuentes pretenden eso (Peter Kornbluh y William Leogrande, Mother Jones del 12
de agosto 2015). Ante el rechazo categórico de Ortega de no modificar ni una
coma (nem uma vírgula) del pedido papal, el cardenal se irá de La Habana con
las manos vacías. Queda entonces la obligación de organizar un plan destinado a
orquestar esta misión diplomática clandestina del número uno de la Iglesia
cubana. La coartada de una conferencia en la prestigiosa Universidad jesuita de
Georgetown, en Washington, será la excusa. La conferencia fue programada para
la mañana del 18 de julio. Sin que lo sepa realmente, como en una película
policial, la eminencia cubana desapareció en un vehículo de vidrios ahumados,
discretamente estacionado en los alrededores del campus universitario: un
secuestro para una audiencia en la oficina ovalada: ¡ese es el guión
hollywoodense que los dos prelados de la Iglesia norteamericana lograron montar
para permitir que el cardenal Ortega pueda entregar en mano al presidente Obama
la carta del Papa! El eclesiástico de 78 años, metido en el centro de este
thriller, se asombró por el giro de esos acontecimientos e, igualmente, y así
se lo contó al hombre a quien eligió confiarle la historia, por el hecho de que
el cardenal Mc Carrick parecía conocer todo el personal de la Casa Blanca.
Los dos correos pontificiales son idénticos, uno en
español, el otro en inglés. Ambos alegan a favor del argumento que los dos
países tienen para enterrar el hacha de la guerra para favorecer así, en
términos muy rápidos, la reanudación de las relaciones diplomáticas cubano
norteamericanas congeladas desde 1961. Ese alegato vino acompañado de una
oferta de respaldo concreto. Como lo precisa el comunicado del Vaticano emitido
al día siguiente del anuncio del restablecimiento de las relaciones, las cartas
a los presidentes de los dos Estados consistieron en “invitarlos a resolver
cuestiones humanitarias de interés común, entre las cuales la situación de
ciertos detenidos, con el fin de lanzar una nueva fase en las relaciones entre
los dos partes”.
Esos puntos fueron discutidos entre Francisco y
Obama, por consiguiente, el contenido de las misivas no fue sino una
recapitulación de esos principios. Frente al gobierno castrista, el peso de
esta carta es mucho mayor. El Papa, y con él las eminencias grises de su
diplomacia, se concertaron para hacer valer el argumento tácito según el cual
el contexto internacional era muy propicio para la apertura del régimen cubano.
“Luego de la muerte del líder venezolano Hugo Chávez, se hizo evidente que
Venezuela no iba a financiar eternamente a Cuba con sus suministros de
petróleo, de facto gratuitos, y que sería preciso adelantarse a una gran crisis
económica mediante una cooperación económica más estrecha con Estados Unidos”,
estimó un antiguo representante de la Orden de Malta en La Habana, el hombre de
negocios polaco Przemyslaw Hauser. Esta misma fuente resaltó “la enorme
actividad de la diplomacia vaticana para que los líderes cubanos entendieran
esto”. Uno de los personajes más activos fue el Nuncio apostólico en Cuba desde
2007, Monseñor Giovanni Angelo Becciu, promovido luego al puesto de Substituto
de la Secretaria de Estado junto a Pietro Parolin, el actual secretario de
Estado y ex nuncio en Venezuela.
La carta firmada por Francisco y remitida al
presidente cubano fue sin dudas evaluada hasta en la más mínima coma (vírgula) por
estos dos diplomáticos de la Santa Sede. La misiva no es ajena ni a estos
argumentos sobre el contexto internacional, ni a la manifestación de una
garantía acerca de la apertura norteamericana. Se ha caminado sobre una cuerda
floja (uma corda bamba). El acuerdo oral que Raúl Castro le dio al arzobispo de
La Habana cuando Ortega le entregó la carta del Papa constituyó un gran paso.
Lo más difícil estaba hecho. En la oficina ovalada de la Casa Blanca, fueron
más esas palabras que la misma carta del pontífice las que fueron recibidas con
alivio cuando, en el mayor de los secretos, el 18 de agosto de 2014, Jaime
Ortega entró en la Casa Blanca. Su nombre ni siquiera figura en la lista de
visitantes a la presidencia. Fue retirado. Hasta es imposible encontrar la más
mínima huella de la conferencia que Ortega ofreció justo antes en la
Universidad de Georgetown. El centro de estudios no comunicó nada, ni antes ni
después. Ni la más lejana línea la menciona en los archivos del portal de este
santuario universitario jesuita ubicado en el corazón de la vida política
norteamericana. Y no es todo: la conexión jesuita no es en nada anecdótica en
el desarrollo de este acercamiento entre Cuba y los Estados Unidos sellado en
el Vaticano. Entre Bergoglio, el primer papa oriundo de la Compañía de Jesús, y
el presidente cubano, ese canal jugó un papel central, según lo garantizan varios
observadores, entre ellos el actual Embajador argentino en el Vaticano, Eduardo
Valdez. Raúl y Fidel estuvieron escolarizados en los jesuitas del colegio de
Belén, en La Habana. Ambos crecieron en el seno de una familia católica. Su
madre y su hermana fueron particularmente devotas. La hermana, Angela Castro
Ruiz, siguió siéndolo hasta su muerte, en febrero de 2012. No es asombroso
entonces que, el 15 de mayo de 2015, luego de su audiencia con Francisco,
cuando salió del Vaticano, Raúl Castro haya proclamado:” Si el Papa sigue así
volveré a rezar y regreso a la Iglesia”. En cuanto a Mario Jorge Bergoglio, su
interés por Cuba no es de ayer. Juan Pablo II le encargó la organización de la
visita que el papa polaco realizó a Cuba en 1998. El obispo auxiliar de Buenos
Aires fue enviado antes a la isla. Francisco es además el autor de un libro
sobre ese viaje a Cuba: Diálogos entre Juan Pablo II y Fidel Castro. Hoy recoge
los frutos de ese dialogo capitalizando la herencia de la diplomacia de Juan
Pablo II. La misa que celebrará el próximo 20 de septiembre en La Habana, en la
Plaza de la Revolución, tendrá los ecos de la realización de la profecía de
Karol Wojtyla: “Que Cuba se abra al mundo, y que el mundo se abra a Cuba”.
(*)
Vaticanista, autora de Benedicto XVI, las llaves de una vida, (Ed.Philippe Rey,
2005); Urbi et Orbi. Investigación sobre la geopolítica vaticana (La
Découverte, 1992); El Papa ¿cuántas divisiones?, (Ed. Dagorno, 1993).
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