Funeral do jornalista Juan Mendoza Delgado em Veracruz (Foto: AFP/Página/12) |
Morte aos
comunicadores: somente até esta altura de 2015 sete jornalistas foram assassinados
no país. A administração do presidente Enrique Peña Nieto não resolveu nenhum dos
16 casos registrados desde que assumiu o cargo em dezembro de 2012.
Por Gerardo Albarrán de Alba, da Cidade do
México – no jornal argentino Página/12,
edição impressa de 10/07/2015
Um dia antes das eleições legislativas e regionais,
Filadelfo Sánchez Sarmiento avisou na sua conta no Facebook: “Outra vez as ameaças
de morte contra minha pessoa e de incendiar a rádio este domingo 7 de junho”. Não
houve fogo contra a emissora de Miahuatlán, no estado sulista de Oaxaca, onde
Filadelfo apresentava um noticiário, mas a ele sim o mataram menos de um mês depois,
em 2 de julho, quando saia da rádio. Neste mesmo dia, o corpo de Juan Mendoza
Delgado, diretor de uma web informativa em Medellín de Bravo, apareceu no
convulsionado estado de Veracruz, depois de ser dado na véspera como
desaparecido. Seis dias antes, Gerardo Nieto Alvarez, diretor da publicação
local El Tábano, em Comonfort, Guanajuato, no centro do país, foi degolado.
Três jornalistas assassinados no México em menos duma
semana. “Onde vai parar a violência?”, questionou Lucie Morillon, diretora de
programas de Repórteres sem Fronteiras (RsF), após a morte de Filadelfo. Estes
crimes, somados ao homicídio do repórter Ismael Díaz López, em Teapa, uma
localidade do estado de Tabasco, no sudeste do México, em 18 de junho último,
eleva a sete o número de assassinatos apenas neste ano de 2015. A administração
do presidente Enrique Peña Nieto não resolveu nenhum dos 16 casos registrados desde
que assumiu o cargo em dezembro de 2012. O México é um dos lugares mais perigosos
do mundo para o exercício do jornalismo (ocupa o lugar 148 entre 180 países,
segundo a mais recente Classificação Mundial da Liberdade de Imprensa do RsF), e
é o mais mortífero da América, com um total de 88 jornalistas assassinados
desde 2000.
Continua em espanhol:
De los siete periodistas
que han matado este año, tres eran locutores de estaciones de radio en el
estado de Oaxaca, como Filadelfo, que transmitía desde La Favorita. Artículo 19
y RsF documentaron amenazas previas en su contra. Lo mismo que ocurrió con Abel
Manuel Bautista Raymundo, locutor y director de la estación comunitaria Radio
Spacio, asesinado el 14 de abril en Juxtlahuaca, y de Armando Saldaña Morales,
conductor en La Ke Buena y Radio Max en la zona limítrofe de los estados de
Oaxaca y Veracruz, secuestrado en Cosolapa; su cadáver fue encontrado el 4 de
mayo en el conurbano municipio veracruzano de Tezonapa. Los tres periodistas de
radio fueron acribillados a tiros, pero Saldaña Morales tenía huellas (marcas) de
tortura.
El clima de acoso alcanzó
al Centro Nacional de Comunicación Social (Cencos), la más antigua organización
civil mexicana defensora de derechos humanos y periodistas, cuyas instalaciones
fueron asaltadas el 22 de junio.
La impunidad alentada por
la ineficacia de las autoridades responsables de resolver esos crímenes expone
aún más a los periodistas y mantiene la libertad de expresión en México en un asedio
permanente, sin que los políticos movilicen recursos y acciones oficiales para
identificar, capturar y castigar a los responsables. Tal desprecio por la vida
de los trabajadores de la prensa contrastó brutalmente la semana pasada con la
muerte (por causas naturales) del periodista Jacobo Zabludovsky, pionero del
periodismo televisivo en México y símbolo durante medio siglo de la
subordinación y el servilismo generalizado de periodistas y medios mexicanos
hacia los gobiernos del PRI. Zabludovsky murió el jueves 2 de julio por un
derrame cerebral, generando un aluvión de pésames y loas de políticos – y uno
que otro intelectual –, recordando el papel desempeñado por el periodista en
Televisa, el emporio del clan fundado por Emilio Azcárraga Vidaurreta. Su heredero,
Emilio Azcárraga Milmo, se definió a sí mismo como “un soldado del PRI y del
presidente”, lo que haría de Zabludovsky un sicario del sistema, como conductor
estrella del noticiero nocturno 24 Horas, utilizando con maestría las
herramientas periodísticas para la propaganda y la manipulación gubernamental,
hasta que en 1998 se deshizo de él Emilio Azcárraga Jean, nieto del fundador
del clan. Zabludovsky se refugió en la radio y en una columna en prensa
escrita, desde las que supo disimular mejor su naturaleza.
La clase política mexicana
ni de lejos tiene la misma consideración para ninguno de los 88 casos de
asesinatos de periodistas en lo que va de este siglo. Por el contrario, incluso
llegan al extremo de responsabilizar a la propia prensa del acoso y peligro
permanente que enfrenta.
El caso del estado de
Veracruz es emblemático: 41 ataques tan sólo en 2014; una docena (de 12, uma
dúzia) de periodistas asesinados en cuatro años y medio de la administración
del actual gobernador, el priista Javier Duarte; tres reporteros víctimas de
desaparición forzada; al menos 10 exiliados, y decenas de periodistas
amenazados, intimidados, golpeados u hostigados como resultado de su ejercicio
profesional.
Apenas el pasado 31 de
mayo, una reportera de TV Sureste, en Acayucan, fue secuestrada y violada
cuando pretendía cubrir un evento en una comunidad cercana. La periodista
presentó una denuncia ante las autoridades estatales, que no han avanzado en la
investigación. El 9 de junio, el fotorreportero Rubén Espinoza Becerril,
colaborador de la revista Proceso y de la Agencia Cuartoscuro, huyó (fugiu) de
Veracruz y se refugió en el Distrito Federal debido a las amenazas anónimas
recibidas.
Para el gobernador Duarte,
es su culpa: el martes pasado dijo que entre los periodistas “hay quienes están
metidos en el hampa (na delinquência)”. Y les advirtió que deben “portarse
bien”, porque “vamos a sacudir el árbol y se van a caer muchas manzanas
podridas”, amenazó ante trabajadores y colaboradores de medios durante un
paradójico (de paradoxo) convención de la libertad de expresión.
Tradução
(parcial): Jadson Oliveira
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