O jovem Sánchez Nava está em Buenos Aires reclamando o aparecimento com vida de seus companheiros (Foto: Verônica Martínez/Página/12) |
O estudante Francisco Sánchez Nava, 19 anos, sobrevivente do ataque em
Iguala, México, pôde escapar das balas dos policiais municipais em 26 de setembro,
quando os agentes levaram os 43 companheiros, que continuam desaparecidos. Ele
relembra aquela jornada trágica e pede justiça.
Por Mercedes López San Miguel, no jornal argentino Página/12, edição impressa de hoje, dia 25 (em espanhol, com traduções pontuais)
Es un estudiante de segundo año de la Escuela
Normal de Ayotzinapa, de 19 años, pero por sobre todo es un sobreviviente. Francisco
Sánchez Nava pudo escapar de las balas de los policías municipales de Iguala,
en el estado de Guerrero, en la noche del 26 de septiembre pasado, cuando los
agentes se llevaron a 43 compañeros y desde entonces no aparecen.
Un manto de
impunidad cubre el caso que traspasó (ultrapassou) las fronteras de México y
que puso en evidencia las relaciones entre el Estado y el crimen organizado. El
joven Sánchez Nava, que está en Buenos Aires junto a tres familiares de
compañeros normalistas reclamando verdad y justicia, dialogó con Página/12
sobre el trauma que vivió aquella trágica jornada y la represión que se viene
aplicando a los estudiantes que defienden sus derechos.
Ayotzinapa
sufre. Y ese dolor se ve en la mirada de Francisco, un chico (rapaz) que por
momentos se indigna y por otros hace silencio sentado en un rincón (em um
canto) del espacio que la agrupación social Pañuelos en Rebeldía cedió para el
evento. Acaba de concluir el acto de presentación en Buenos Aires de la llamada
Caravana 43 Sudamérica y el estudiante vuelve (retorna) sobre su testimonio.
“Ayotzinapa es una escuela normal donde estudiamos los hijos (os filhos) de los
campesinos. A las siete (7) de la mañana desayunamos (tomamos o café da manhã),
después entramos a clase (em aula). A las tres y media terminamos de estudiar y
a las cuatro tenemos que trabajar la tierra, sembramos maíz, arroz, frijol
(plantamos milho, arroz, feijão), y también alimentamos vacas, cerdos (porcos),
gallinas, para sostener nuestra economía. El Estado (de Guerrero) nos hace
llegar 50 pesos al día para las tres comidas (3 refeições), eso no alcanza ni
para una comida hoy en México. Terminada la actividad de campo, regresamos a la
(escuela) normal, donde los compañeros de tercero y cuarto (do terceiro e
quarto ano) nos dan una plática de cómo este sistema nos explota, cómo somos
pisoteados por un gobierno corrupto”.
(Foto: Internet) |
Se dijo (Disseram)
que los estudiantes querían realizar disturbios en el acto de la mujer del
alcalde (do prefeito) José Luis Abarca, María de los Angeles Pineda, y por eso
aparecieron los policías en escena. Francisco lo desmiente. “¡Oiga, no (Ouça,
não)! Cuando llegamos a Iguala el acto había acabado. No había nada.”
Os policiais municipais batiam nos estudantes enquanto os tiravam do
ônibus e os embarcaram no carro da patrulha, como se fossem uns delinquentes
El joven se
toma la cabeza, mira hacia abajo (olha para baixo), y prosigue. “Seguimos
avanzando. Pero al entrar a la calle (à rua) que nos llevaba hacia la escuela
nos interceptó una patrulla de la policía municipal y los compañeros del primer
bus se bajaron (do primeiro ônibus desceram), para mover (tirar) la patrulla y
que nos permitieran el paso (e que nos permitissem a passagem), y entonces los
municipales les dispararon (atiraram) directamente. Es ahí que fue herido (ferido)
el compañero Aldo Gutiérrez, que está en estado vegetativo. Lo hirieron a otro
(Feriram outro). Siguieron disparando. La patrulla se trasladó hacia el tercer
autobús, donde viajaban los 43 compañeros, los bajaron a golpes y los subieron
a la patrulla, como si fueran unos delincuentes (os desceram batendo e os embarcaram
na patrulha, como se fossem uns delinquentes). Se los llevaron”, dijo y se
lamentó no haber podido hacer nada.
Los policías
que fueron detenidos luego (depois) confesarían que entregaron a los alumnos al
cartel Guerreros Unidos (grupo armado a serviço do narcotráfico). Para la
Justicia mexicana, los integrantes de Guerreros Unidos asesinaron a los jóvenes
e incineraron los restos en un basural (depósito de lixo) del vecino municipio
de Cocula. Una versión oficial que los padres (pais) y sobrevivientes no creen,
dado que los peritos argentinos que trabajaron en el lugar no encontraron
identificaciones entre los restos recuperados y los 43 normalistas. El 11 de
mayo, expertos de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos pidieron al
gobierno de Enrique Peña Nieto que se reanude (retome) la búsqueda de los
estudiantes.
Francisco
cuenta que los uniformados quisieron hacer un trato para que la represión
quedara impune. “Los municipales no querían llamar a la ambulancia sin antes
negociar: para que no dijéramos (para não dizermos) que fueron ellos. Nosotros
les dijimos que no negociábamos. Se fueron, dejando a nuestros dos (2) compañeros
heridos. Después nosotros llamamos a la ambulancia.”
(Foto: Internet) |
Francisco
rememora y busca referencias horarias para reconstruir lo vivido. Sería la una (uma
hora) de la madrugada del día 27 cuando llegaron los medios de comunicación y
los estudiantes que quedaron (que ficaram) decidieron dar una conferencia de
prensa (entrevista coletiva). “En ese momento apareció una camioneta roja (vermelha)
con gente de civil y detrás las patrullas municipales. Nos empezaron a
disparar directamente (Começaram a atirar diretamente contra nós). Es ahí cuando le dieron (atingiram) al compañero Julio César Mondragón. Le
dieron también a otro compañero. Ambos murieron”.
En cuanto
pudieron, salieron corriendo. “Llegamos a una calle (rua) donde no había
salida. Cuando quisimos correr en otra dirección e hirieron (feriram) al
compañero Daniel en la mandíbula, lo levantamos, lo llevamos cargando (carregando)
y le pedíamos a la gente que nos ayudara (nos ajudasse). Nos perseguían los
policías. Llegamos a una clínica y el doctor no quiso atendernos, le pedimos
que al menos nos refugiara, nos abrió. Pero después supimos (soubemos) que
había llamado a los militares del batallón 27, que se encuentra a 20 minutos de
ahí.
Todo sucedió en
un ritmo vertiginoso. “Llegaron los militares, entraron a los golpes,
gritándonos, que si éramos hombrecitos (homens), que si teníamos huevos (se
tínhamos culhões), que lo teníamos merecido porque éramos unos revoltosos. Les
rogábamos a los militares que nos pidan una ambulancia para el compañero
herido. Los militares no lo hicieron, tuvieron tres horas reprimiéndonos, y se
retiraron después. ‘Salven su pellejo’, dijeron”.
A las ocho de
la mañana estaban declarando en la procuraduría general de Iguala, y a las diez
conocieron la peor de las noticias: apareció el cuerpo de Julio César Mondragón
desfigurado, le habían quitado los ojos (lhe haviam tirado os olhos), lo habían
quemado. El saldo de Ayotzinapa es de seis estudiantes muertos, cinco heridos
de gravedad, y la desaparición forzada de 43, el alcalde (o prefeito) de Iguala
y su esposa presos como presuntos autores intelectuales de los hechos, además
de cien detenidos entre policías locales y narcos (narcotraficantes).
“Lo que ocurrió
el 26 y 27 de septiembre es un crimen de Estado. Exigimos al gobierno mexicano
que se esclarezca el caso” sostiene Francisco.
Sin embargo, la
administración de Peña Nieto señala que ante la gravedad de los hechos, el
gobierno federal condujo las investigaciones “que han derivado en los avances
para esclarecer el caso”.
No es la
primera vez que atacan a estudiantes de Ayotzinapa, denuncia el joven. “El 12
de diciembre de 2011, el Estado quería recortar (reduzir) las 150 matrículas a
cien (100), y los compañeros se organizaron y fueron a la capital de Guerrero,
a Chilpacingo, donde hicieron una protesta pacífica, tomando la Autopista del
Sol. Ahí el entonces gobernador Angel Aguirre ordenó a sus fuerzas desalojar la
autopista a como diera lugar; los compañeros fueron desalojados a los tiros.
Mataron a Echeverría y Pino”. Hasta la fecha (Até esta data), esas muertes
quedaron impunes”.
Tradução (parcial): Jadson Oliveira
Tradução (parcial): Jadson Oliveira
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