(Foto: Página/12) |
Será preciso reverter o caminho que, desde 2003, desmobilizou o PT, convertendo o outrora vibrante partido socialista dos anos 80 e 90 num espectro que vegeta nos parlamentos e nos gabinetes da burocracia estatal.
Agora Dilma não tem partido, e se pode dizer que tampouco o tem Aécio. Mas Aécio tem com que compensar essa carência: os oligopólios midiáticos, totalmente empenhados a seu favor.
A vitória de Aécio seria um desastre para a América Latina, porque liquidaria os avanços duramente conquistados no Mercosul, na Unasul e na Celac, e os Estados Unidos contariam, afinal, com o Cavalo de Tróia perfeito para destruir a partir de dentro o sonho da Pátria Grande latino-americana.
Por Atilio A. Boron (cientista político argentino) - reproduzido do jornal argentino Página/12, edição de ontem, dia 7
Complica-se o cenário do segundo turno das eleições no Brasil, por várias
razões.
Uma, porque Dilma teve a pior votação no primeiro turno eleitoral desde que o PT venceu nas presidenciais de 2002. No primeiro turno desse ano Lula obteve 45,4% dos votos, e 48,6% em 2006. Em 2010 Dilma conseguiu – favorecida pelo alto nível de aprovação de Lula – 46,8% do voto popular. No último domingo, ao contrário, apenas chegou a 41,5%. O salto para chegar à maioria absoluta será agora maior e terá que ver de onde poderão vir os votos necessários. É provável que uma parte dos que votaram em Marina considere intolerável canalizar suas preferências para Aécio Neves, porém há apenas conjecturas. Entre Dilma, Aécio e Marina somam 96% dos sufrágios, de modo que não existem grandes contingentes de eleitores que se possam redistribuir entre os dois finalistas, além dos que votaram em Marina ou duma possível diminuição do abstencionismo eleitoral, que atingiu 19,4%.
Continua em espanhol (com traduções pontuais):
Dos (Duas). Se complica también porque su contendiente ya no es una voluble y fugaz estrella mediática sino un representante orgánico del establishment conservador brasileño. Miembro del PSDB, el partido del ex presidente Fernando H. Cardoso, Aécio fue un ardoroso crítico de los gobiernos petistas, a quienes acusa de haber ahuyentado la inversión extranjera (afugentado o investimento estrangeiro) y creado un clima poco favorable para los negocios, imputaciones éstas que carecen de asidero en la realidad (de fundamento na realidade). Neves es de los que creen que Brasil poco o (ou) nada tiene que hacer en América latina. Su destino es asociarse a los proyectos imperiales de Estados Unidos y sus cómplices europeos. Como tantos en la derecha latinoamericana, no percibe lo que las mentes más agudas del imperio han alertado hace rato (alertaram faz pouco tempo): que Estados Unidos comenzó una lenta pero progresiva e irreversible declinación (declínio) y que su agonía estará signada por violentos estertores e innumerables guerras. En esa curva descendente no habrá amigos permanentes, como aspira Aécio que Brasil sea de Estados Unidos, sino intereses permanentes. Y para Washington los amigos de ayer (de ontem) (Saddam Hussein, Osama bin Laden o (ou) los sunnitas fanáticos que ayudara a crear) pueden convertirse de la noche a la mañana – como hoy ocurre con el Estado Islámico – en los infames enemigos de la libertad y la democracia. Aécio no lo sabe, pero Brasil no será la excepción en esta materia.
Tres. Para prevalecer, Dilma deberá reconquistar una parte de la base social del PT que, desilusionada (desiludida) con su gobierno, manifestó su desencanto votando a Marina. Para ello (Para isso) deberá demostrar que su segundo turno (que seu segundo governo) va a ser distinto del primero, al menos en algunas materias sensibles en lo económico y social. Si su propuesta se asemeja a la de su rival, estará perdida, porque los pueblos invariablemente prefieren el original a la copia. Tendrá que diferenciarse por izquierda (Terá que se diferenciar pela esquerda), profundizando las reformas que pongan fin a la intolerable desigualdad económica y social del Brasil, a los estragos del agronegocio, a la depredación medioambiental, a su vergonzosa regresividad tributaria y a las escandalosas ganancias (lucros) embolsadas por el capital financiero y los oligopolios durante los gobiernos petistas.
Cuatro y último, será preciso para ello (para isso) desandar el camino que, desde el 2003, desmovilizó al PT, convirtiendo al otrora vibrante partido socialista de los (anos) ochenta y los noventa en un espectro que vegeta en los recintos parlamentarios y los despachos (e nos gabinetes) de la burocracia estatal. Ahora Dilma no tiene partido, y se podrá decir que tampoco lo tiene Aécio. Pero éste tiene con qué reemplazar (substituir, compensar) esa falencia: los oligopolios mediáticos, totalmente jugados a su favor. El PT perdió la calle (as ruas) y la pasión de un pueblo porque desde su llegada al gobierno cayó en la vieja trampa (armadilha) de la ideología burguesa y el arte de la política se transfiguró en gestión tecnocrática, mientras que aquella era denostada como politiquería (enquanto a arte da política era vilipendiada como politicagem). Fatal error, porque a Dilma sólo la podrá salvar la política y no sus presuntas aptitudes gerenciales. La mayoría electoral que Lula supo (soube) construir no logró transformarse en hegemonía política: esto es, en una dirección intelectual y moral que garantizase la irreversibilidad de los importantes avances registrados en algunas áreas de la vida social pero que, a juicio de la ciudadanía, fueron insuficientes.
Cambios (Mudanças) que mejoraron la condición del pueblo brasileño, pero que fueron no hechos con el protagonismo del pueblo sino por un poder filantrópico que desde arriba desmovilizaba, despolitizaba e inducía a la pasividad a cambio (em troca) de la inédita generosidad oficial. La actividad política era un ruido que alteraba la calma que requerían los mercados para seguir enriqueciendo a los ricos. El PT en el poder no supo contrarrestar (não soube refutar) esa estrategia, y ahora necesita repolitizar, en tres semanas, a un sector importante del pueblo brasileño. Ojalá que lo consiga, ya que la victoria de Aécio sería un desastre para América latina, porque liquidaría los avances duramente conquistados en el Mercosur, la Unasur y la Celac, y Estados Unidos contaría, al fin, con el Caballo de Troya perfecto para destruir desde adentro el sueño de la Patria Grande latinoamericana.
Tradução (parcial): Jadson Oliveira
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