Los grupos de activistas en defensa de los derechos de las mujeres denuncian la falta de justicia (Foto: Página/12) |
En Sudáfrica violan lesbianas con el argumento de “hacerlas mujeres”: Un
informe sobre mujeres lesbianas violadas en Sudáfrica revela cifras
aterradoras. Desde 1998, 31 fueron asesinadas durante agresiones similares. La
cuarta parte de los hombres entrevistados reconoció haber violado, y el diez
por ciento a menores de 10.
“Después de todo lo que te vamos a hacer vas a ser una mujer de verdad y
nunca más vas a hacer lo que venías haciendo”.
Por Horacio Cecchi, no jornal argentino Página/12, de 06/01/2014
Durante los finales del milenio pasado, en Sudáfrica
comenzó a aplicarse el término corrective rape, que viene a traducirse con el
contradictorio eufemismo (en el idioma original también lo es) de “violación
correctiva”, esto es, una acción bárbara a partir de una noción retrógrada.
Violaciones cometidas contra mujeres por ser lesbianas, con el mensaje no sólo
simbólico sino explícito de que fueron violadas para “curarlas” de su
lesbianismo. Un informe del periódico británico The Independent revela una
secuencia de casos a partir del más reciente, M. F., una mujer que sufrió esa
práctica horrenda en la localidad de Spring, a unos 30 kilómetros de
Johannesburgo. Con ella hay una cifra desconocida de mujeres violadas desde
1998, 31 de las cuales fueron asesinadas.
El caso de M. F. ocurrió en Springs, a 48 kilómetros de Johannesburgo. M. caminaba por una calle angosta de regreso a su casa, después del entrenamiento de fútbol en el que participó durante la tarde, cuando fue rodeada por cuatro hombres que la dominaron y la arrastraron de vuelta al estadio. M. F. reconoció los rostros de cada uno de ellos, quienes, por otra parte, no se cuidaron en quedar anónimos, en un gesto de aterradora impunidad que se le reveló por completo al regreso a su casa: herida y sangrante, golpeada. El estado de shock no fue suficiente para que en su memoria rebotara en imágenes la frase que le escupieron mientras cada uno de ellos la violaba: “Después de todo lo que te vamos a hacer vas a ser una mujer de verdad y nunca más vas a hacer lo que venías haciendo”. Se referían, claro, a su declarada pareja mujer con la que convivía.
M. F. podrá sentirse aliviada de seguir viva, si ésa es la descripción de su calvario, en comparación con las 31 mujeres asesinadas. Su caso, además, es atípico, porque de 25 casos denunciados por mujeres que sobrevivieron al ataque, sólo el suyo llegó a los tribunales y logró que dos de los cuatro violadores fueran condenados a 25 años de cárcel.
El informe de The Independent recuerda el reporte 1998-2000 de la Oficina del Crimen y la Droga, de las Naciones Unidas, que ubicó a Sudáfrica como el país de mayor cantidad de violaciones per cápita y que en varias ocasiones fue mencionada como la capital mundial de las violaciones: medio millón de agresiones sexuales al año, una cada 17 segundos; una de cada dos mujeres fue violada al menos una vez en su vida. El veinte por ciento de los hombres dijo que la víctima los indujo (léase, vestimentas consideradas llamativas a mentes que buscan cercenar la diferencia).
Más aterrador, el informe sostiene que en las Eastern Cape Provinces (provincias al este del Cabo) un cuarto de los hombres entrevistados por el Medical Research Council admitió haber violado al menos una vez; las tres cuartas partes de ellos dijo que su víctima tenía menos de 20 años, y el diez por ciento sostuvo que tenía menos de 10. Un cuarto de los escolares de Soweto describe al jackrolling (término local que define a la violación en grupo) como “divertida”, según afirmó el mismo periódico británico. Y afirma que aunque no existen estadísticas sobre violaciones “correctivas” que compilen los casos a nivel nacional, la on ActionAid, de Ciudad del Cabo, rastreó en 2009, 10 casos nuevos por semana.
El informe del periódico británico se basa en una investigación realizada por la fotógrafa Clare Carter, quien recorrió Sudáfrica entrevistando y fotografiando a víctimas de violación, lesbianas, quienes no sólo permitieron ser retratadas y mencionadas, sino que detallaron sus historias. Entre todos, recuerda uno de los casos con mayor repercusión, el de Sizakele Sigasa, militante feminista y activista de los derechos gay, y su pareja Salone Massooa, se encontraban conversando en un bar cuando un grupo de hombres comenzó a insultarlas, las violaron, las ataron con su ropa interior y las ejecutaron de un disparo en la cabeza. No hubo justicia para ellas.
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