(Fotos: Aporrea.org) |
Por Alfredo Serrano Mancilla * (reproduzido do jornal argentino Página/12, de 10/12/2013)
No obstante, ese libreto derrocador no contempla algunos aspectos del nuevo cambio de época que vive América latina y, muy particularmente, la Venezuela de Chávez. La guerra económica –en este año– no pudo vencer a la democratización económica real llevada a cabo por el chavismo durante su década ganada. El pueblo politizado tiene memoria y no olvida a la ligera ese tránsito chavista a favor de la erradicación de la deuda social, de redistribución de riqueza social, de mejoras sociales, de soberanía en sectores estratégicos, de creación de empleo, de un crecimiento distribuidor, de cambio del patrón de acumulación. Es cierto que el chavismo tiene todavía grandes desafíos estructurales en materia económica, pero esto no debe –ni puede– eclipsar los logros alcanzados que permiten preocuparse por el largo plazo gracias a haber resuelto muy satisfactoriamente las urgencias sociales y económicas del corto plazo. Además, el intento de traer paz económica siempre es más grato que aquellos que ejercen la guerra económica. Las acciones tomadas por el chavismo desde la ley habilitante han convencido de nuevo a la mayoría. Esta vez, Maduro hizo como Chávez, dar un paso al frente, apropiarse de la agenda, sin miedos, y sin negar la evidencia en materia de incremento de precios y falta de algunos bienes. Frente a ello pasó a la ofensiva económica con una nueva propuesta de orden económico interno apostando a caminar de la estructura posneoliberal a otra de índole poscapitalista. Las prácticas de un sector privado oligopólico, que se aprovecha de las mejoras adquisitivas gracias a la política económica bolivariana y de cierto desa-juste entre el crecimiento exponencial de la demanda y la insuficiente oferta nacional fueron rechazadas por la mayoría en estas elecciones. Visto de otra forma, el chavismo, con este apoyo electoral, recibe un nuevo respaldo para seguir marchando por la senda de una nueva política económica real que concilie acciones concretas para solventar problemas coyunturales con estrategias que asienten las bases vigorosas de un socialismo bolivariano.
La derecha venezolana, y latinoamericana, no acaba de (re)conocer a su pueblo. Capriles, en su discurso ante la derrota, volvió a caer en un lugar común, que actualmente ya no engaña a nadie: “Venezuela es un país dividido”. Es ahora, cuando pierden elecciones, que se retoman este manido lema. Sin embargo, nunca hablaron de división cuando el modelo económico excluía a las mayorías para privilegiar a una minoría. No sabemos cuál será el próximo intento en Venezuela para tumbar al chavismo si éste sigue haciendo política para la mayoría. Pero algo sí es seguro, esta vez, la estrategia del plebiscito tuvo su efecto boomerang. ¿Habrá, tal vez, revocatorio para Capriles?
* Doctor en Economía, Centro Estratégico Latinoamericano Geopolítica
(Celag).
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