A Chávez
lo mataron con un cáncer de laboratorio, como lo ha comprobado,
definitivamente, el libro de Astolfo Sangronis Godoy, La Muerte de Hugo Chávez.
La vida por su pueblo. Washington, un contumaz asesino serial, también intentó
hacer lo mismo con René Preval (Haití); Lula y Dilma Roussef (Brasil), Fernando
Lugo (Paraguay).
Por Atilio A. Boron – sociólogo e cientista político (é argentino e se
diz “latino-americano por convicção”) – Transcrito do jornal argentino Página/12, de 30/07/2018
El 28 de julio de 1954
nacía en Sabaneta, estado de Barinas, Hugo Rafael Chávez Frías. Retomo algunas
palabras pronunciadas hace un par de años pero que el paso del tiempo no hizo
sino reafirmarlas. Chávez fue un líder enorme de la Patria Grande; un digno discípulo
de Bolívar y por su capacidad didáctica aventajado alumno del gran educador del
Libertador, Simón Rodríguez. Con Chávez la historia venezolana y de gran parte
de Nuestra América abre un nuevo capítulo. La larga marcha iniciada casi
exactamente un año antes del nacimiento de Chávez con el asalto al Moncada, el
26 de Julio de 1953, y que luego tuviera como sus hitos fundamentales la
guerrilla de Sierra Maestra y el triunfo de la Revolución Cubana, esa marcha,
decíamos, recibió un impulso decisivo cuando Chávez asumió la presidencia de
Venezuela y se convirtió en el Gran Mariscal de Campo que, con su visión de
águila, Fidel había descubierto cuando la izquierda latinoamericana no daba un
cinco por el de Sabaneta. Y el Comandante, como estratega continental, acertó
en su elección porque Chávez cumplió con creces esa función en la crucial
batalla librada contra el ALCA en Mar del Plata, en noviembre del 2005. Batalla
que marcaría un hito en nuestra larga e inconclusa marcha por la Segunda y
Definitiva Independencia de Nuestra América.
Tenemos una inmensa deuda
con Chávez: haber reinstalado el tema de la actualidad del socialismo cuando el
neoliberalismo campeaba sin contrapesos en Nuestra América; haber potenciado
extraordinariamente el sentimiento antiimperialista dormido por siglos y que
Cuba había despertado con su heroica revolución; haber rescatado la centralidad
de la unidad de nuestros pueblos y plasmado en instituciones concretas el
ideario nuestroamericano como el ALBA, la Unasur, la Celac, Petrocaribe,
Telesur, el Banco del Sur, etc. Fue por eso que se convirtió en el enemigo
público número uno del imperio, cosa que marca definitivamente la gravitación
universal del bolivariano por contraposición a la absoluta indiferencia que
Washington le concede a la inocua ultraizquierda vociferante de América Latina,
esa que hizo de su visceral crítica y repudio a Chávez el leitmotiv de su
existencia. Este pagó con su vida su audacia revolucionaria, su lucha
cotidiana, alejada de la vacía retórica de sus desastrados críticos.
Por eso a Chávez lo mataron
con un cáncer de laboratorio, como lo ha comprobado, definitivamente, el libro
de Astolfo Sangronis Godoy, La Muerte de Hugo Chávez. La vida por su pueblo.
Washington, un contumaz asesino serial, también intentó hacer lo mismo con René
Preval (Haití); Lula y Dilma Roussef (Brasil), Fernando Lugo (Paraguay). El
caso de Cristina Fernández, de Argentina, no es exactamente igual pero el tumor
que le afectó la tiroides despertó la suspicacia de muchos. En todo caso, que
el cáncer se hubiera transformado en una “enfermedad contagiosa” que afecta
sobre todo a los líderes antiimperialistas de la región alimenta todo tipo de
sospechas sobre la inescrupulosidad de los recursos a los que apela el imperio
para eliminar a quienes no están dispuestos a convertirse en ejecutores de sus
designios en la región.
Por eso Chávez, como
Bolívar, vivirá eternamente en el corazón de nuestros pueblos. Fue un líder
extraordinario pero, por sobre todas las cosas, una buena persona, un hombre
honrado, transparente y profundamente humano: inteligente como pocos, amigo
fidelísimo, dotado de un fino sentido del humor; lector insaciable y apasionado
al punto tal que sólo Fidel se le compara en este punto; dueño de una memoria
fabulosa capaz de recitar poesías y cantar sin parar hasta el amanecer; hombre
de pueblo, profundamente de pueblo y capaz como muy pocos de comunicarse con su
gente y entender sus vivencias, sus emociones y sus necesidades. Por eso Chávez
fue Chávez, y por eso Chávez es pueblo, en Venezuela y en toda América latina y
el Caribe. En Nuestra América decir Chávez es decir pueblo. Su nombre ha
entrado definitivamente por la puerta grande de la historia. Por eso recordamos
hoy su natalicio y nos basta saludarlo con un ¡Hasta siempre, querido
comandante eterno!
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