O Congresso aprovou a censura à primeira ministra Ana Jara; não acontecia uma destituição dessa desde 1963 (Foto: EFE/Página/12) |
Humala sofre pesada derrota no Congresso: a oposição peruana aprovou a destituição de Ana Jara por causa das denúncias de que os serviços de Inteligência espionavam políticos, jornalistas, dirigentes de movimentos sociais, ativistas de direitos humanos e empresários.
Por Carlos Noriega, de Lima – no jornal argentino Página/12, edição impressa de hoje, dia primeiro (em espanhol, com
traduções pontuais)
El gobierno del
presidente Ollanta Humala pasa por su hora más difícil. El lunes, al borde de
la medianoche (Na segunda-feira, perto da meia-noite), sufrió una dura derrota
en el Congreso: la oposición parlamentaria logró los votos necesarios para
censurar a la primera ministra, Ana Jara, con lo cual cae todo el gabinete
ministerial. La censura a la primera ministra fue aprobada con 72 votos en el
Congreso unicameral de 130 bancas. La oposición, dividida y dispersa en
intereses opuestos, esta vez coincidió (desta vez se uniu) para destituir a la
presidenta del Consejo de Ministros a causa de las denuncias de que los
servicios de Inteligencia espiaban a políticos, incluidos miembros del propio
gobierno, periodistas (jornalistas), dirigentes sociales, activistas de
derechos humanos, empresarios. Eran miles las personas espiadas (Eram milhares as
pessoas espionadas).
Humala tiene 72
horas para nombrar un nuevo gabinete ministerial, que deberá recibir el visto
bueno (o aval) de un Congreso en el cual el oficialismo (as forças governistas),
que ha sufrido varias deserciones en su bancada, ha perdido la mayoría. Si el
nuevo primer ministro no recibe la luz verde del Congreso, el presidente Humala
queda (fica) constitucionalmente habilitado para cerrar (fechar) el Parlamento
– la censura de dos (2) gabinetes le da esa facultad – y llamar a nuevas
elecciones parlamentarias para cubrir el año de gobierno que le queda (que lhe
resta). Esta facultad constitucional nunca ha sido usada. Es la primera vez en
más de 50 años que un primer ministro es censurado por el Congreso; la última
ocasión que ello (que isso) ocurrió se remonta a 1963.
La caída del
gabinete ministerial ha abierto la peor crisis política en los cuatro años del
régimen humalista. El presidente Humala denunció un intento desestabilizador
detrás de la censura a su gabinete. Su esposa, Nadine Heredia, primera dama de
alto protagonismo político y presidenta del oficialista (governista) Partido
Nacionalista, habló de “chantaje político” de la oposición y de
“aprovechamiento electoral” con la mira puesta en las elecciones generales de
2016. Después de su censura, Ana Jara se refugió en su cuenta de Twitter para
responder y disparar contra el Parlamento: “Es un honor (É uma honra) haber
sido censurada por este Congreso”, escribió la ex primera ministra, quien
también es congresista. El Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa salió en
apoyo de la destituida primera ministra. En una carta pública le dijo que la
censura del Congreso era “un homenaje” y la felicitó por ello (era “uma
homenagem” e a felicitou por isso).
El escándalo de
los servicios de Inteligencia estalló cuando se supo (explodiu quando se soube)
que la Dirección Nacional de Inteligencia (DINI) había recopilado información
sobre los bienes de miles (milhares) de personas. Los investigados no eran
solamente opositores, también lo fueron miembros del gobierno, entre ellos la
propia Ana Jara, de cuya oficina depende la DINI (a quem a DINI é subordinada),
censurada por este caso. En esos archivos de la DINI se juntaban miles de
expedientes. También se han denunciado espionaje telefónico y seguimiento a una
serie de personalidades, entre ellas la vicepresidenta de la República, Marisol
Espinoza, distanciada del presidente Humala, así como a dirigentes opositores.
Jara aseguró ante el Congreso que desconocía las cuestionadas prácticas de la DINI
y ofreció una investigación y la reestructuración de los servicios de
Inteligencia, pero eso no fue suficiente para salvarla de la censura.
Esta práctica
de espionaje político, muy activa en el gobierno de Fujimori (1990-2000),
comenzó nuevamente durante el régimen de Alan García (2006-2011) y el de Humala
la continuó. Pero que durante el gobierno del Partido Aprista de García se haya
organizado y practicado este espionaje masivo desde la DINI – el actual
presidente Humala fue ampliamente espiado (espionado) en ese gobierno – no
impidió que los dirigentes apristas se pongan (se ponham) en primera fila para
denunciar el espionaje y acusar a Humala, escandalizándose públicamente por esa
práctica a la que ellos también recurrieron.
Pero ésa no fue
la única ironía histórica durante el debate parlamentario que culminó en la
censura de Ana Jara. Como si una amnesia colectiva hubiera hecho olvidar la
dictadura fujimorista y el uso que hizo de los servicios de Inteligencia para
espiar, amenazar, chantajear e incluso asesinar a opositores, los
parlamentarios de la bancada fujimorista, la principal del Congreso con 35
miembros, criticaron con aparente indignación el uso de los servicios de
Inteligencia para espiar opositores y sin ruborizarse pretendieron dar
lecciones de democracia.
Fujimoristas y
apristas, olvidando, y tratando de hacer olvidar, sus propias culpas en el
espionaje político, impulsaron de la mano esta censura – a la que se sumaron
agrupaciones menores, algunas de ellas legítimamente indignadas por el
escandaloso espionaje descubierto – y han usado el escándalo del espionaje y la
censura del gabinete para buscar fortalecerse, y también para distraer (disfarçar,
iludir, encobrir) a la opinión pública de las acusaciones de corrupción contra
sus líderes, Keiko Fujimori y Alan García, que el Congreso investiga. El
gobierno, que ha evidenciado, una vez más, su poca habilidad política y su
carencia de cuadros para defenderse, queda aún más debilitado y aislado de lo
que ya estaba (fica ainda mais debilitado e isolado do que já estava).
Tradução (parcial): Jadson Oliveira
Observação deste Evidentemente: Humala é um dos governos da América
do Sul considerados progressistas (pelo menos era considerado no início) que
vivem, permanentemente, acuados pelos monopólios hegemônicos da imprensa, afinados
com a direita. (Os outros são o de Bachelet, no Chile, e o de Dilma, no Brasil).
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